"Si la guerra es una forma de conversación sangrienta entre dos adversarios, ¿cuáles habían sido los mecanismos textuales que se habían puesto en marcha para desarrollar una estrategia de información masiva que generara consenso y legitimidad política? ¿Y cuáles eran los mecanismos de lectura colectivos -de memoria, de procesamiento y de almacenamiento de la información, de construcción de una cierta coherencia e inteligibilidad discursiva- que otorgaban verosimilitud a lo narrado por los medios y lo volvían representaciones sociales, doxa cotidiana? Querer no saber, creer, no creer, la voluntad de creer, la disposición para la creencia. La fuerza del relato. El úlitmo lugar de lo sagrado.
Este libro intentará discutir estos problemas. Y también el hecho de que debe existir una continuidad entre la experiencia personal, una experiencia de los medios y una experiencia teórica. Una experiencia personal -y colectiva- vivida pasionalmente, integrada a una experiencia de 'mediación' es decir, de inclusión del 'otro', con la lectura y el criterio de discriminación de la de la experiencia histórica cotidiana. Esta relación entre el sujeto existencial, el sujeto mediático y el sujeto teórico es por fuerza intersubjetiva y necesariamente terciaria.
Porque lo sorprendente de esta guerra no es tanto la mentira de los medios, como la verdad relatada. La verdad mediática. Aquello que es presentado y consumido como real y que tiene la forma de un gran relato. Paolo Fabbri dice que los medios se han vuelto paisaje y sería ridículo discutir acerca de la verdad de un árbol. Son las formas de la naturaleza moderna. Y tal vez una de las fuentes actuales de la historia. Y es en este último punto donde la interfase entre discursos bélicos, diplomáticos, políticos o religiosos refleja la polifonía de las voces mediáticas en las que estamos inmersos y se amalgaman en un macrogénero que los sostiene. Apenas nos asomamos a esa extraordinaria industria que es la producción de la información, con sus fuentes, rutinas y estereotipos, el problema de la objetividad de la información no se vuelve más pertinente -es decir, no es la pregunta que debería colocar el investigador- y ésta se desplaza hacia la de la propia lógica de producción del medio, teniendo siempre presente que la primera lealtad de los medios es consigo mismos.
No estoy afirmando exclusivamente un fenómeno ya descrito por Umberto Eco por el cual cada vez más los acontecimientos se 'montan' para volverse inteligibles a los medios, ni me refiero tampoco a las formas de 'espectacularización' de la palabra política y de la producción del acontecimiento analizadas por Eliseo Verón. Por mi parte estoy cada vez más convencida de que los medios de información en gran escala -en todo caso los aquí analizados en un momento puntual- van destruyendo paulatinamente el lugar de la producción de lo verosimil para instalarse, sin falsos pudores, abarcando también el lugar de la producción de lo ficcional, usando como garante precisamente el contrato mediático que el medio establece con sus lectores."
Este libro intentará discutir estos problemas. Y también el hecho de que debe existir una continuidad entre la experiencia personal, una experiencia de los medios y una experiencia teórica. Una experiencia personal -y colectiva- vivida pasionalmente, integrada a una experiencia de 'mediación' es decir, de inclusión del 'otro', con la lectura y el criterio de discriminación de la de la experiencia histórica cotidiana. Esta relación entre el sujeto existencial, el sujeto mediático y el sujeto teórico es por fuerza intersubjetiva y necesariamente terciaria.
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Porque lo sorprendente de esta guerra no es tanto la mentira de los medios, como la verdad relatada. La verdad mediática. Aquello que es presentado y consumido como real y que tiene la forma de un gran relato. Paolo Fabbri dice que los medios se han vuelto paisaje y sería ridículo discutir acerca de la verdad de un árbol. Son las formas de la naturaleza moderna. Y tal vez una de las fuentes actuales de la historia. Y es en este último punto donde la interfase entre discursos bélicos, diplomáticos, políticos o religiosos refleja la polifonía de las voces mediáticas en las que estamos inmersos y se amalgaman en un macrogénero que los sostiene. Apenas nos asomamos a esa extraordinaria industria que es la producción de la información, con sus fuentes, rutinas y estereotipos, el problema de la objetividad de la información no se vuelve más pertinente -es decir, no es la pregunta que debería colocar el investigador- y ésta se desplaza hacia la de la propia lógica de producción del medio, teniendo siempre presente que la primera lealtad de los medios es consigo mismos.
No estoy afirmando exclusivamente un fenómeno ya descrito por Umberto Eco por el cual cada vez más los acontecimientos se 'montan' para volverse inteligibles a los medios, ni me refiero tampoco a las formas de 'espectacularización' de la palabra política y de la producción del acontecimiento analizadas por Eliseo Verón. Por mi parte estoy cada vez más convencida de que los medios de información en gran escala -en todo caso los aquí analizados en un momento puntual- van destruyendo paulatinamente el lugar de la producción de lo verosimil para instalarse, sin falsos pudores, abarcando también el lugar de la producción de lo ficcional, usando como garante precisamente el contrato mediático que el medio establece con sus lectores."
Lucrecia Escudero
"Malvinas: El gran relato"
Enero de 1996- París
Gedisa Editorial
Colección "El Mamífero Parlante"
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