Por Víctor Ego Ducrot *
Ah!, chorro y montonero.
Por esas cinco razones no estuve en la Plaza el jueves por la noche; o,
mejor dicho, sí estuve, pero al solo efecto de cronista interesado. Oye,
ve y calla fue mi consigna, porque el espectáculo era sencillamente
imperdible: rictus desencajados por el insulto, entre ellos los
preferidos fueron “que se vaya esa negra chorra, negra, puta y
montonera; ni negros ni kirchneristas, por la libertad; que se muera la
yegua; andate a Cuba la puta que te parió; quiero dólares y seguridad,
conchuda montonera…” y para qué seguir, ¿acaso los desencajados pero
bien olientes a perfume de los caros no fueron elocuentes?
Antes de cruzar al centro me di una vuelta por algunos barrios,
alguno que sí y otros que no son “del Norte copetudo de la ciudad”, y de
tanto en tanto desde algún balcón y en alguna esquina, puñados de
desencajados y desencajadas abollaban sus sartenes con reclamos
parecidos a los que con un poco más de estrépito provocaban allá, en la
Plaza. Y al pasar por el Once, por ejemplo, casi hasta pena sentí por
dos parejas jóvenes con sus bebés en brazos, que desde el balcón sucio
de una pensión se desgañitaban al grito de “queremos libertad y salir
del país, andá con tus negros de mierda a Venezuela”; una de las pibas
medio que se hartó de todo y comenzó a recoger un par de toallas con los
colores desteñidos de Boca Juniors, que seguro ya se habían secado,
como la yerba de ayer, y a guardar juguetes dentro de un caja de cartón
que alguna vez transportó frutas de Río Negro; se veía con claridad,
había sido de manzanas y en ese momento en ella buscaban cobijo un
camión de plástico al que le faltaban dos ruedas, una pelota desinflada y
varios muñecos con brazos de menos.
Cuando volví a casa y encendí el televisor, lo encontré a Artemio
López en un programa de C5N, quien intentaba explicar la naturaleza
última de la protesta desencajada: inorgánica, representativa de un
sector de la sociedad que siempre se opuso, se opone y se opondrá al
gobierno nacional, haga lo que este haga, y que siente una gran
frustración porque no encuentra ni los espacios ni las figuras políticas
que los represente. “Fíjese usted –le decía al periodista que lo
entrevistaba– que la figura opositora que mejor sigue midiendo es Hermes
Binner, quien apenas si mide 15 puntos de intención de voto; están muy
frustrados y la explicación última de una manifestación como esta, que
es legítima por cierto, sigue siendo el contundente resultado electoral
de octubre pasado. Se trata, en definitiva, de una protesta que no es
novedosa y que no tiene espesor político real.”
Lo que López no podía saber es que algunas horas después, en la
mañana del viernes, el tal Binner daría una interpretación de los hechos
que por sí misma explica sus limitaciones como dirigente político. “La
gente se expresó ayer, diciendo una vez más ‘que se vayan todos’, y hace
diez años no se fue nadie”, dijo el dizque socialista de Rosario,
haciendo gala, si uno no quiere ser mal pensado, de una ignorancia
supina acerca de la realidad que vive el país; pero como uno sí es
malpensado, luciendo un discurso idiota por lo que se anima a decir lo
que verdaderamente piensa y siente, igualito que los desencajados del
jueves por la noche. Y sí, es justo reconocerlo, los energúmenos de la
protesta perfumada son más honestos que sus dirigentes, al menos son
sinceros a la hora gritar por la calles.
Como no soy dirigente político ni analista profesional puedo darme el
lujo de ciertas incorrecciones políticas y discursivas. En el corazón y
el latido de las cacerolas y las sartenes del jueves pasado estuvieron
los conocidos de siempre; aquellos que critican al gobierno por su
política cambiaria mientras usan los dólares que sistemáticamente le
ocultan al fisco, para ir a Miami de vacaciones, tomar sol y comprarse
calzones y bombachitas de marca; son los mismos que claman por la
libertad pero gozaban como chanchos y chanchas cuando en este país se
torturaba y asesinaba por pensar distinto; son los mismos que tienen
retortijones racistas contra los que delinquen mientras ellos mismos lo
hacen a diario, evadiendo impuestos, por ejemplo; son los mismos que
volaban a destinos turísticos con paseos de compras –los “déme dos, tres
cuatro…”– con las divisas baratas de Martínez de Hoz, haciéndose bien
los boludos cuando en cada barrio, en cada cuadra, un patota secuestraba
a un joven, se apropiaba de un bebé. Son los fascistas de siempre,
alentados por la corporación mediática, la misma que festejó aquella
tapa de la revista Noticias, de imbécil lascivia contra la presidenta,
sólo porque es mujer y el macho falofascista sufre; claro, no es negro,
ni puto, ni kirchnerista, ni chorro, ni montonero, que son los
calificativos que merecemos todos los que militamos y apoyamos a este
gobierno nacional.
El fascismo falócrata –blanco, machista y adultócrata, que por tal se
opone al voto a los 16, como lo definiera la decana de Periodismo de la
Universidad Nacional de La Plata, Florencia Saintout– está en un grave
problema: cree que el país es el que relatan Magnetto y sus sirvientes,
por consiguiente despliega decisiones erróneas y más tarde, al proceder
en consecuencia, también se equivoca cuando caracteriza los resultados
de esas, sus propias decisiones: seguirá pegándole a la cacerola e
insultando a la presidenta durante algunas semanas más, pero a la vuelta
de la esquina lo esperan las odiadas elecciones y sus más odiados
resultados.
Los falofascistas o falogorilas (ellos y ellas), como ustedes
prefieran, salieron a las calles contra todo lo que suene o huela
kirchnerismo, a peronismo, ¡cosa de negros, che! Querrán ir a Miami,
quizás, pero en tanto, y por estas tierras, la presidenta Cristina
Fernández de Kirchner sigue recorriendo el país para mantener e
incrementar los niveles de producción y empleo, resignificar en valor la
Asignación Universal por Hijo y todo el plexo de programas sociales,
inaugurar obra pública y privada, centros de investigación científica y
tecnológica.
Los falofascitas o falogorilas, como ustedes prefieran, seguirán
insultando porque el 7 de diciembre el Grupo Clarín deberá cumplir la
ley; porque el vicegobernador de la provincia de Buenos Aires, Gabriel
Mariotto, protagonizó un hecho inédito en términos de acción política
tendiente a resolver la cuestión seguridad, quizá la mayor demanda
social en todo el país, desde una perspectiva efectiva y democrática, al
impulsar primero y recibir después, el jueves último, el informe de la
Comisión Candela del Senado provincial, la que investigó los hechos que
rodearon al asesinato, hace un año, de la niña Candela Sol Rodríguez,
poniendo en evidencia que la madre del borrego, si de delitos e
inseguridad hablamos, está en la trama de complicidades entre elementos
policiales, de la Justicia, de las fiscalías y del poder político.
Mientras todo eso sucedía en la Argentina real, en la otra, en la de
los desencajados, estábamos prohibidos, y lo digo otra vez: por negros,
kirchneristas, chorros, putos, peronistas y montoneros. En fin, qué más
puedo decirles.
* Nota publicada ayer 15/09/2012 por el diario Tiempo Argentino