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sábado, 30 de mayo de 2015

Proyectos de país (**)

Por Julio De Vido *


Para la fuerza política que desde el golpe de Estado de Rivadavia contra el bloque unionista e independentista sanmartiniano, en 1812, viene honrando y ejecutando a rajatabla la máxima de “el mal que aqueja a la Argentina es la extensión” y sus hijas dilectas “achicar el Estado es agrandar la Nación” y “civilización o barbarie”, para esta fuerza política de naturaleza reaccionaria, conservadora, antipopular, antidemocrática y antiargentina, la construcción de obras de infraestructura “monumentales” para el desarrollo y la consolidación del mercado interno, la industrialización, la ciencia y la tecnología funcionales a la autosuficiencia y la emancipación social y cultural, la modernización económica y la mejora progresiva de la calidad de vida de la población constituye una aterradora pesadilla. ¿Por qué?

Porque está en la sangre del mitrismo, histórico y presente, la lucha por una republiqueta en la cuenca del Plata de las dimensiones de una Alemania, una España o una Gran Bretaña, pero con una población reducida a un puñado de miles. Una republiqueta semicolonial aliada a los centros manufactureros de Europa y América del Norte, sometida a sus designios, eternamente productora de granos y carne, a su vez perpetuamente dominadora de las provincias constitutivas de la Argentina-Nación soñada por nuestros grandes libertadores. Intentaron, desde aquel mismísimo golpe de Estado de 1812, fundar una semicolonia para unos pocos, en detrimento del 99,9 por ciento de la población, población a la que por supuesto intentaron primero disminuir lo máximo posible a través de recurrentes genocidios de los que, vergonzosamente, al día de hoy, sienten orgullo y reivindican, como la Guerra de la Triple Infamia, los fusilamientos y el golpe de 1955, los 30.000 desaparecidos y el genocidio socioeconómico entre 1976 y 1983. Cinco millones de hermanos paraguayos –entre ellos millones de mujeres y niños– fueron masacrados por el fundador del diario La Nación; su “gesta”, por increíble que parezca, sigue siendo aplaudida y justificada desde sus páginas, de la misma manera que desde sus páginas también celebran y defienden hoy la autodeterminación de la población implantada por el colonialismo británico en las Islas Malvinas, en 1833.

Pero el pueblo argentino, si bien avasallado y ultrajado, pudo y puede más. Las intentonas separatistas del mitrismo fueron abortadas. Quedó no obstante, y producto de nuestra irresuelta cuestión nacional desde 1810, una Nación a medio tránsito de su definitiva emancipación, desigual y desbalanceada. En 2003, al asumir Néstor Kirchner la presidencia y retomar el programa histórico de una nación bajo el espíritu y los objetivos del Plan de Operaciones de Moreno y Belgrano, la ideología y el accionar de Artigas, San Martín, Bolívar, Dorrego, Rosas, Yrigoyen y Juan Domingo Perón, al asumir Kirchner en 2003, la Argentina estaba reducida a una atrofiada semicolonia, siquiera próspera, como en el Centenario, limitada geográficamente a la Avenida General Paz, como otrora habían soñado y luchado Rivadavia, Mitre y Tejedor. El presidente argentino, entre sus primeras obras de gobierno, se propuso reincorporar a la Nación a millones de compatriotas así como a provincias enteras, excluidos por la fuerza, no ya de los fusiles importados y financiados desde Londres, sino de herramientas de dominación maquinadas desde igual origen, pero aún más poderosas, como el empobrecimiento extremo, la dependencia, el endeudamiento y la colonización cultural.

En estos últimos doce años –record histórico de permanencia del pueblo en la Casa Rosada y del Jockey Club afuera de ella, que es donde debe estar–, con Néstor Kirchner y con la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, la República Argentina ha renacido en calidad de Estado nacional. La planificación de la Argentina como soñaron los verdaderos revolucionarios de Mayo y no los contrarrevolucionarios que desterraron a Mariano Moreno, maestros de quienes luego harían lo propio con Artigas, San Martín, Rosas, Yrigoyen y Perón, entre otros, la Argentina soñada por los revolucionarios de Mayo vuelve a ponerse de pie con obras de infraestructura masivas y hechos concretos a la altura del desafío bicentenario, a la altura de las necesidades de un pueblo históricamente postergado pero resuelto a hacerse cargo de su presente y su porvenir, a la altura de nuestro ingenio y nuestras capacidades, de la inmensa geografía, de las maravillosas fuerzas productivas deliberadamente obstaculizadas pero siempre latentes. En definitiva, se ha puesto de pie una Nación que avanza a paso de vencedores hacia su segunda y definitiva emancipación, como señaló en reiteradas oportunidades la Presidenta.

¿Cómo no comprender, pues, el rechazo profundo que le genera el mitrismo del siglo XXI, un gobierno popular, nacional y verdaderamente democrático que no sólo empuja los límites de la Patria a las fronteras políticas por todos conocidos sino que entiende, piensa y practica a la Patria desde la América del Sur, y desde el país profundo hacia Buenos Aires? ¿Cómo no comprender el terror que provoca al mitrismo contemporáneo –el de la aldea para un puñado de terratenientes, ganaderos y comerciantes– la realización de obras monumentales dispersas por toda la geografía nacional, con inversiones por centenares de miles de millones de pesos? ¿Cómo no comprender que aborrezcan de satélites propios quienes aplaudían llegar a Japón en una hora y media y a otros planetas desde bases espaciales en Córdoba, bases prometidas por la “civilización” occidental en función de nuestros buenos oficios como administradores de la pobreza, el subdesarrollo y la exclusión? ¿Cómo no comprender el rechazo al relanzamiento del Plan Nuclear, a la terminación de obras energéticas para la inclusión social y el desarrollo federal, a la recuperación de YPF y su rescate de los españoles herederos del saqueo que siguió a la conquista y abrió nuestras venas por siglos? ¿Cómo no comprender el vacío que sienten al no ser gobernados por intereses foráneos, al no ser auditados por los técnicos del FMI, administradores de endeudamiento para la estafa y el desmantelamiento del nuestra justificación como Nación? ¿Cómo no comprender el odio que les genera a la nuevas generaciones de mitristas encontrarse en un país que exporta Molibdeno-99, reactores nucleares de experimentación, software y biotecnología, que promueve relaciones comerciales y políticas con potencias no tradicionales, cuando sus antepasados dieron su vida por un destino de granero del mundo?

4134 kilómetros de gasoductos en construcción con el Gasoducto del NEA; los más de 3000 kilómetros ya construidos y los 5800 kilómetros de líneas de alta y extra alta tensión igualmente instaladas; los miles y miles de kilómetros de rutas y autopistas nuevas; decenas de miles de kilómetros de fibra óptica que interconecta al país y lo ubica a la vanguardia regional en telecomunicaciones y tecnología de la información; las nuevas universidades y hospitales de alta complejidad públicos, así como los centros de medicina nuclear, parte de un plan nacional en esta especialidad médica inédito en la historia del país y latinoamericana; marcos regulatorios por doquier para fomentar un desarrollo genuinamente federal y con inclusión, bajo la protección de un Estado eficiente, promotor de la actividad privada de todo capital privado que quiera honrar a su pueblo (y no saquearlo); y ahora, a todo esto, más lo mucho que nos ha quedado sin mencionar, el centro cultural más importante de América latina y al nivel de los más prestigiosos del mundo.

¿Y qué responde a todo esto el mitrismo contemporáneo? ¿Qué responde a todo esto un mitrismo harto, agobiado y superado de pueblo, de soberanía, de consolidación de la autosuficiencia y la emancipación nacional? Lamentables y nuevas zonceras, como por ejemplo lamentarse del nombre del flamante centro cultural, justamente ellos, que tienen a un Mitre y a un Rivadavia en la abrumadora mayoría de las calles, avenidas, paseos y espacios del país, próceres de la semicolonia y la barbarie genocida e institucional que puso al pueblo de las Provincias Unidas al borde del abismo en más de una oportunidad; se quejan del nombre ellos, los que al día de hoy y en el emporio oligárquico robado a Juan Manuel de Rosas en el barrio de Palermo, siguen denominando una sala con el nombre de José Alfredo Martínez de Hoz, y que no perdonan haber descolgado los cuadros de los genocidas.

El pueblo argentino que hoy goza de satélite propio y de nuevos reactores nucleares, que tiene cada vez más obras y energía en función de sus crecientes necesidades, su extensísima nación, su genio y su orgullo, es el mismo pueblo que quiere comer cada vez más lomo –ese exquisito corte que el mitrismo destinó siempre a la civilizada Europa y que hoy llora por su progresivo consumo interno– todos los días de su vida, y si puede en un restaurante de las afueras del Centro Cultural Kirchner, después de haberlo visitado y haberse empapado e imbuido de Patria, mejor aún. El pueblo argentino que ha celebrado masivamente en las calles el Bicentenario y este 25 de Mayo de 2015, que se alimenta y vive mejor, que ha fusionado ya su sentido común con el sentido nacional, es el pueblo argentino que ya no necesita viajar a Londres, París o Nueva York para adentrarse en uno de los edificios generadores y promotores de cultura más importantes del mundo. Lo tiene en su propio terruño.
Y se equivoca el diario mitrista cuando en su editorial de hoy afirma que el Centro Cultural Kirchner se ha hecho para “competir con el Teatro Colón”; el pueblo argentino no compite, siquiera con sus verdugos; el pueblo argentino tampoco excluirá de la historia a los próceres de la semicolonia ni su legado, borrándolos de libros, calles u obras heredadas del Centenario o de tiempos de padecimiento y dolor; eso sí, los estudiará y los apreciará en su justa medida. Y se equivoca también el pasquín del centralismo porteño y la republiqueta del tamaño de una Alemania en el Plata, pero con un par de familias en calidad de población: no ha habido más y mejor federalismo que el de estos últimos doce años. El Centro Cultural Kirchner podrá estar en la ciudad capital, pero las universidades, los hospitales, las rutas, los gasoductos, los acueductos, las centrales energéticas, los planes de vivienda, los programas sociales, las inversiones y la infraestructura del tipo que sea dice presente y avanza en las 23 provincias y 24 jurisdicciones. El padre de ese federalismo genuino, de esa Argentina-Nación ha sido Néstor Kirchner; y su madre, la actual Presidenta de la Nación. Nuestro pueblo es absolutamente consciente de ello y así se manifestará en octubre.

* Ministro de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios.

**  Publicado en el diario Página 12 del 28/5/2015 como

"El diario “La Nación”, la geopolítica de la emancipación y el Centro Cultural Kirchner"


viernes, 20 de diciembre de 2013

Eléctricos

"Desgraciadamente, la población de buenos Aires sabe perfectamente, que en materia de servicios públicos no es la Municipalidad la que manda, sino el trust de la electricidad; recuerda, en efecto, que hace dos años se prorrogaron por cuarenta años las concesiones de electricidad, veintitrés años antes de vencer, en una sesión de 24 horas, en la que los concejales radicales y de la Concordancia afrontaron  todos los escrúpulos y encadenaron la economía de la Nación, consolidando la posición de dominio del trust eléctrico en todos nuestros servicios públicos: luz, fuerza motriz, tracción, calefacción, etcétera. Con la renovación del contrato  de suministro por diez años, concertado en la misma época, por Obras Sanitarias -a pesar de poseer su propia usina-, dependerían también de la CHADE los servicios públicos sanitarios.
Es por esto que el asunto del gas no es posible aislarlo, ni verlo exclusivamente con criterio técnico, que generalmente empequeñece la realidad de los problemas.
La Societé Financiere de Transports et d'Enterprises Industrielles, SOFINA, es, ante todo, un banco, con asiento en Bruselas, que dirige, regentea y controla una cantidad de industrias y empresas de servicios públicos en el mundo.
En la memoria del año 1935, de la SOFINA, que un amigo me hizo llegar de Bruselas, publica en 'L'Informateur', traducida y reproducida en los números 7,8 y 10 de la 'La Electricultura Argentina', aparece el balance y reparto de utilidades; denuncia un activo de 2.060 millones de francos belgas; en ese mismo año -1935-, según dicha memoria, publicada el 8 de abril de 1936, repartió un dividendo del 95%, porque por cada acción de 500 francos belgas distribuyó -neto, libre de impuesto- 465 francos por acción ordinaria; el año anterior había repartido 360 francos belgas por las mismas acciones.
A consecuencia de la guerra mundial, y por el estado de postración en que quedaron los negocios alemanes, pasaron a su poder la antigua Compañía Alemana de Electricidad y empresas anexas.
Son filiales de SOFINA las siguientes empresas, que explotan servicios públicos en la Argentina: la Compañía Hispano Americana de Electricidad -que tenía su asiento en Madrid, transformada, con muchas irregularidades, en Compañía Argentina de Electricidad, a consecuencia de la guerra civil española-; pertenece al mismo organismo financiero la CITRA -creación artificial de la CHADE a los efectos del aumento del capital y de los gastos de explotación, para entorpecer la fiscalización de las autoridades-; la Compañía Argentina de Electricidad, fundida hoy con la CHADE; la Compañia de Electricidad de la Provincia de Buenos Aires, que, como la anterior, tiene las concesiones de una gran parte de las ciudades próximas a la Capital Federal; la Compañía de Gas de La Plata; la Compañía Explotadora de Gas de Bernal; la Compañía Americana de Inmuebles y Créditos (muy pródiga en préstamos a los personajes influyentes de nuestra política); la SER o Sociedad Eléctrica de Rosario, que tiene el monopolio del servicio de electricidad en aquella ciudad y poblaciones próximas, de la que son subfiliales la Compañía Argentina de Tracción y la Compañia de Gas de Rosario; la Compañía General de Tranvías de Buenos Aires, de la que dependen la Compañia de Tranvías Anglo Argentino, la Compañía de Tranvías Limitada y la CATITA.
 Como veremos, desde hace algunos años ha entrado en la órbita del astro sol, es decir de la SOFINA, la Compañía Primitiva de Gas.

He nombrado sólo las empresas que figuran en la memoria del año 1935, correspondientes a la República Argentina; la SOFINA posee en Europa, toda la gama de industria pesada relacionada con los servicios públicos, que explotan sus mismas filiales: fábricas de máquinas, turbinas, motores, cables, vapores, trenes, tranvías, etc; minas de carbón en Inglaterra y Bélgica.

La SOFINA es, principalmente, un banco que absorbe, reúne y dirige la circulación de todos los dineros que recaudan sus filiales; da las orientaciones generales y especiales adaptadas a la naturaleza de cada país, orientaciones de carácter económico, político y técnico. Las filiales son visitadas periódicamente, y sobre todo cuando así lo reclaman ciertos problemas importantes por directores-delegados, bajo cuyas órdenes deben ponerse los directores locales; estos directores-delegados, tratan con los dirigentes políticos y mandatarios de los respectivos países. Hace pocos años, por ejemplo, nos visitó el presidente mismo de la SOFINA, señor Heinnermann, para obtener la sanción de la ley de coordinación del transporte y las nuevas concesiones de electricidad.

Su posición de banquera y prestataria de servicios públicos, permite a la SOFINA acentuar su acción extorsiva sobre los estados y la opinión pública, ya facilitando o entorpeciendo la colocación de empréstitos, actuando sobre el crédito exterior, según los países sometidos traten o no con liberalidad a sus empresas de servicios públicos, es decir, a las fuentes de su abastecimiento económico.

La SOFINA se encuentra bajo la protección de una diplomacia fuerte y hábil, la diplomacia inglesa. Porque sus principales dirigentes se encuentran muy vinculados al imperio y a sus conveniencias.

La SOFINA tiene intereses directos en el tráfico de nuestra cosecha; por ello y por ser dueña, a la vez, de nuestros principales servicios públicos, no le es indiferente nuestra balanza comercial, el valor de nuestra moneda, ya que de todo esto depende la facilidad para la exportación de sus enormes dividendos.

En la memoria del año 1935, los directores de SOFINA hacen una interesante disertación sobre el estado económico del mundo y de casi todos los paises donde tienen negocios; se refiere, por ejemplo, con verdadera amargura, a las medidas severas de algunos gobiernos, que impide la prosperidad de los negocios -de sus negocios-; hace críticas a la legislación antitrusts y carga fuerte contra el nacionalismo económico; se manifiesta partidaria de la libertad económica, es decir, pide manos libres para sus negocios internacionales. Cuando se refiere a nuestro país, se expresa con optimismo sobre la forma como desarrolla sus actividades; habla con verdadera fruición de nuestra cosecha y se queja de la desvalorización de nuestra moneda.

No debemos olvidar que la SOFINA controla y, en realidad, es dueña del sistema de servicios públicos más importantes que posee el país; ha tomado la zona de mayor consumo de electricidad, el pequeño territorio donde se encuentra radicada más del 60% de la industria: Buenos Aires, todas las poblaciones hasta el Tigre, hasta La Plata, y hasta Rosario, el corazón y el comando de la economía de toda la República. La división política no pesa. Basta recordar que hace pocos días, a consecuencia de un accidente ocurrido en las usinas que la CHADE tiene establecidas en Puerto Nuevo, y que envía el fluido a todas las poblaciones, se interrumpió todo el servicio tranviario, se paralizo toda la industria, se interrumpieron las estaciones de radio y se paralizó la vida desde Buenos Aires hasta La Plata ¡A qué ha quedado reducido nuestro régimen municipal, nuestro federalismo! Y, lo que es peor, esto nos demuestra cuán débil son los recursos de las defensas de nuestros territorios, cuando ella puede depender de un audaz aviador extranjero que, bombardeando las usinas, podría dejarnos sin pan, sin agua y sin luz.
Uno de los negocios más interesantes que hacen las finanzas extranjeras por medio de SOFINA con este fuerte sistema unificado de nuestros servicios públicos, es la venta de carbón, principalmente carbón inglés, de las minas de SOFINA para las usinas de las empresas de electricidad y de la Compañía Primitiva de Gas. El negocio del carbón, que entra al país libre de derechos, se encuentra ligado al transporte de nuestra cosecha, hecho en buques extranjeros que vuelven con carbón como lastre. La SOFINA tiene muy buenos negocios en común con Dreyfus y Bunge & Born.
Como vemos, no escapa al control de las finanzas imperialistas una sola fase de nuestro proceso económico.
Debo recordar que las concesiones de electricidad y gas permiten regular las tarifas en función del precio de los combustibles, y el precio de estos se encuentra, en consecuencia, en las mismas manos que gobiernan los servicios públicos que los consumen".

Jorge del Rio
"El problema de la electricidad y el servicio público del gas"
En "Cuadernos de Forja" (Compiladora: Ana Jaramillo)
Ediciones de la UNLa - Colección Pensamiento Nacional
(Págs. 241-244)


jueves, 3 de octubre de 2013

Números


Por Julio De Vido*

Sin dudas, uno de los pilares de este modelo de crecimiento con inclusión social, luego de la debacle neoliberal, fue la decisión del ex presidente Néstor Kirchner de tomar y sostener un camino distinto en materia de tarifas de servicios públicos. Durante la década del ’90, luego de las privatizaciones, se habían dolarizado las tarifas, lo que se traducía en pérdida de competitividad de la economía, menor poder adquisitivo para los salarios y rentabilidades exorbitantes para un puñado de empresas energéticas, en su mayoría extranjeras.


Desde entonces, persiste un corifeo que reclama de manera constante y sonante, sin otra alternativa que no implique castigar a los usuarios, volver a ese esquema de tarifas dolarizadas. Pero en su análisis sesgado intencionalmente omiten un dato económico clave: la energía en la Argentina tiene costos en pesos y resulta muy competitiva respecto de otros países de la región.


Esto es así porque los costos deben medirse independientemente de quien los pague, es decir si lo afrontan los consumidores o lo subsidia el Estado, lo que en todo caso forma parte de una concepción política inclusiva de promover el consumo y el mercado interno. Medido en valores constantes, el costo promedio de generar un megavatio en nuestro país es de 66 dólares, es decir un 15 menos que en Brasil (que tiene un 80 por ciento de energía hidráulica), un 50 por ciento de lo que se paga en Chile. De la misma manera, se paga por millón de BTU (British Termic Unit) de gas menos de seis dólares, lo que está ostensiblemente por debajo de los 24 dólares que se pagan en Brasil.


Pero no sólo los costos son los menores de la región, también es sustancialmente mayor el consumo per cápita de energía, que es un indicador indubitable de calidad de vida y actividad económica: 329 por ciento más que Brasil, 184 por ciento más que Chile y 174 por ciento más que Uruguay. Estos niveles son exactamente el doble de los que teníamos en la Argentina neoliberal, de las tarifas dolarizadas.


En consecuencia, esta política de sostener y promover valores de energía competitivos para impulsar el consumo ha sido con frecuencia calificada como “populista” por los defensores del libre mercado que cuestionan los subsidios a los servicios públicos por considerarlos un gasto innecesario. Los resultados de cada década constituyen una refutación más que contundente: cuando en nuestro país se aplicaron las políticas que ellos promueven, las industrias se fundieron, la desocupación llegó al 25 por ciento y miles de compatriotas se vieron condenados a la miseria, y lo peor, a la desesperanza. En cambio, con este modelo económico se crearon cinco millones de puestos de trabajo (menos de un dígito de desocupación), el parque automotor pasó de cinco a once millones de vehículos y la pobreza se redujo drásticamente, con los salarios, tanto mínimo como promedio, más altos de América latina.


Todo esto tiene que ver con la fuerte promoción al sector productivo que significa pagar el gas y la electricidad al costo más competitivo de la región, al mismo tiempo que el gasto en estos servicios pasó de representar el 20 por ciento de los ingresos de los hogares a menos del tres por ciento. Esa diferencia brinda a la industria condiciones inmejorables de competitividad, que en su mayoría se vuelca al consumo, lo que redunda en una mejor calidad de vida y en un fortalecimiento del mercado interno que de manera virtuosa impulsa los niveles de actividad y empleo.


Por ello, sería bueno que en esta época electoral, en la que se discute si profundizar el rumbo o se buscan alternativas, cada candidato exponga qué propuesta tiene en relación con las tarifas de energía. Seguramente no la pueden explicar porque es inconfesable y bajo enunciados generales como “replantear la política energética”, como señaló hace algunas semanas un intendente que disputa una banca de diputados en la provincia de Buenos Aires. Se esconde retornar a esa Argentina con tarifas alineadas a los precios internacionales, es decir pagando en dólares la energía que se produce en pesos y la eliminación de los subsidios para todos los sectores.


Por eso vamos a seguir trabajando para profundizar el rumbo, procurando mantener y mejorar la competitividad de los costos de la energía, siempre en pos de que todos los usuarios accedan a los servicios en igualdad de condiciones, estén donde estén, sin ciudadanos de primera y segunda, como proponen algunos, y no para asegurar las ganancias de unos pocos, sino la inclusión de todos los argentinos.


Este proyecto que conduce la presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, es claro en sus objetivos y lo respaldan diez años de crecimiento, que no fueron a costa de endeudar a las próximas generaciones, sino de la firme decisión de poner nuestros recursos al servicio del desarrollo y la calidad de vida de todos los argentinos.


* Ministro de Planificacion Federal, Inversión Pública y Servicios de la Nación Argentina. Texto publicado por Página/12 el 3/9/2013 bajo el título "Competitividad energética".