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jueves, 9 de enero de 2014

Los motivos profundos



Por Horacio Cecchi (*)(**) 

Prisila, de 7 años, desapareció el sábado, pero la denuncia se presentó el lunes. Su cuerpo apareció el martes, en una bolsa de residuos en un arroyo bajo la avenida Mitre. Tenía marcas de golpes y quemaduras. La madre y el padrastro se negaron a declarar.

La buscaban desde el lunes. Había desaparecido el sábado. Un volante con su foto, y el texto “Su nombre es Prisila. Falta desde el 4 de enero de su casa en la zona de Berazategui”, proporcionaba teléfonos para contactar a quien la encontrara. Resultado, el peor esperable. Su cuerpo apareció en el arroyo Plátanos, bajo un puente de la avenida Mitre, cerca del cruce con la calle 43, en Berazategui, casi fuera del límite de la localidad de Hudson. El hallazgo tuvo lugar la mañana del martes, pero se desconocía su identidad. A la noche del mismo martes, lograron unir búsqueda y hallazgo y confirmar que se trataba de Prisila. El titular de la fiscalía descentralizada de Berazategui, Carlos Riera, allanó la casa de la madre, en Hudson, y la detuvo junto al padrastro bajo la sospecha de que uno de ellos o ambos la habían matado e intentado ocultar el crimen. Hasta acá, la información escueta, casi desnuda, liviana de detalles macabros. Detalles que en noticias de este tipo abundan con una facilidad que supera veladamente las tasas de homicidio en ocasión de robo y que, en cambio, suplantan la fuerte impronta de los homicidios intrafamiliares. Al no encajar el caso como un supuesto de inseguridad, lo que se suele vender es morbo. Este es un desafío al lector, aproximarse a los motivos profundos que derivan en la muerte de una pequeña como Prisila.

Prisila nació hace siete años pero, según la información a la que pudo acceder este diario, no estaba documentada. Es decir, sus padres la llamaron Prisila de entrecasa, aunque para el Estado provincial hasta el martes no existía. Paradoja la de Prisila, que existió cuando dejó de existir.

En realidad no existía a medias, ya que concurría a una escuela, posiblemente de Lanús, donde vive su padre y con quien vivía hasta noviembre pasado, cuando fue mudada a lo de su madre, una casa de familia ampliada como se suele denominar a aquella que reúne a varias generaciones. La mujer, de 34 años, vive allí con su pareja de 30, tres hijos en común muy pequeños (4, 3 y 2 años y un bebé fallecido en noviembre pasado por asfixia –obstrucción láctea en la tráquea, según la autopsia–). Además, dos niños de 11 y 15, hermanos de Prisila, y otros tres, algo mayores, algunos de ellos a su vez con hijos.

La escolaridad de Prisila no tuvo confirmación oficial a la consulta de este diario por parte de la Subsecretaría de Niñez, Adolescencia y Familia bonaerense, pero pese a que algunos medios ya mencionaban su “no escolarización”, la foto que circuló muestra a la niña con guardapolvo blanco, escarapela y fondo azul. No es contradictorio. La escuela puede funcionar como un ancla que empuje a una familia hacia la confirmación estatal de identidad. No es poco. En caso de que así fuera, falló la obsesión estatal por obligar a la familia a documentarla.

De las intervenciones estatales la penal es la más visible, más por única que por ostentosa, que además lo es. Sin identidad, la intervención estatal en el caso Prisila corrió por cuenta, primero de la comisaría de la mujer, de Berazategui, donde la madre concurrió a efectuar la denuncia el lunes por la mañana. Denunció la desaparición ocurrida el sábado. La segunda intervención fue de la DDI de Quilmes, cuando alguien detectó el cuerpo de la chiquita en una bolsa de residuos en el arroyo Plátanos a unos 800 metros de la casa donde vivía, aunque a esa hora, la mañana del martes, nadie sabía a quién pertenecía. El cuerpo no estaba calcinado pero presentaba quemaduras. La zona tiene unos cuantos casos de chiquitos denunciados como desaparecidos. Podría haber sido cualquiera de ellos. A la noche, el Estado penal identificó a quien no había identificado. Se trataba de Prisila, muerta a golpes y con marcas de quemaduras, interpretadas por ahora como intentos de deshacerse de su cuerpo.

Una supuesta declaración del padrastro ante la DDI abrió a los investigadores policiales la pista que apuntó sobre la madre, y que la información mediática se encargó de subrayar más como madre monstruosa que como mujer desbordada, lo que no le quita responsabilidad sino que se la carga a ella sola y, en especial, libera al que la investiga, el Estado. Declaración inválida además porque ante la Justicia no fue convalidada. Ayer, durante la citación a indagatoria, tercera intervención del Estado en la historia de Prisila, ambos se negaron a declarar, con lo que los investigadores deberán encontrar pruebas, cabellos, rastros de ADN de la niña allí donde quiera que estén, testimonios de vecinos o parientes que ayer circulaban en los medios como si se tratara del respaldo de objetividad que requiere la persecución penal, pero anticipada. No se trata de exculpar a responsables, sino de no condenar mediante el morbo y anticipadamente.

Para completar la historia, una cámara de un comercio captó la figura nocturna de la pareja empujando un cochecito de bebé en dirección al arroyo. Supuestamente cargaba el cuerpo de Prisila. Los acompañaban dos chicos de unos 10 a 15 años, posiblemente dos hermanos de la nena. Una manera de comprometerlos al silencio. La violencia familiar puede ser física y/o psíquica, pero tiene profundas raíces culturales.

(*) horaciolqt@yahoo.com.ar
(**) Aparecido el 9/01/2014 en Página/12

lunes, 10 de diciembre de 2012

El bisnieto de Maisanta

Un Texto de Yldefonso Finol

Por Chávez
I
Por la salud de Chávez vamos a misa los comunistas, los herejes incrédulos y sublevados.
Lanzamos Manifiestos arengando redenciones futuras, razones para alzarse contra la des-historia, consignas para dar la sangre y aquello de somos la vida y la alegría.
Los melenudos izquierdistas del socialismo utópico y los comeflores del mayo francés, dejamos nuestras súplicas en las paredes con el sello irreverente de subir a los cielos y tomar a Zeus por rehén.
Los hippies amigos de Lennon y las hormigas rojas en las habichuelas gigantes perdonan a las hierbas, para que cesen las guillotinas su filosa orquesta de filósofos silencios.
Los garrotazos desaparecen de la columna del Gandhi y las alturas de Machu Picchu se nos entregan como los cuerpos florecidos de patriotas azules en el Campo de Carabobo.  
Proclamas emergen de los grisáceos fondos coralinos, donde reposa el cardumen de los anfibios teatreros que sacaron a Lovera a las páginas inmortales de la verdad rediviva.
No sé si es el remolino de recuerdos o el Dolor de la multitud amorosa lo que me inunda el alma como cascada profunda de Plegarias.
Mis chamanes son guerreros resucitados, son los Mohanes a los que llamo con guarura nocturna -vale decir clandestina- para salvarla de las empresas televisivas asesinas.
Por tu sanación damos las gracias hasta las desgarraduras, no soportamos la quietud de la rutina ni nos resignamos a esperar los desenlaces.
A tu amanecer ofrendan los juglares sus pregones, cantan desde sus pulmones los soldados himnos que la guerra hizo poemas. 
Oraciones brotan por doquier como pasto silvestre que alimenta dioses criollos, pequeños como una concha de caracol, inmensos cual las olas oceánicas que ven caer al padre sol.
Cual mendigos del poder infinito de la Pacha Mama nos tatuamos petroglifos en carne viva y marchamos descalzos al espejismo de sal que nos seduce desde lontananza. 
Gremios de juristas sensibles redactan petitorios a las Cortes superiores donde la reina María Lionza trenza su derecha con el Negro Miguel y su siniestra con Guaicaipuro, mientras reposa glúteos y faena sobre lomo de tapir.
De hinojos ante la noche canta el trovador sus serenatas, ruega sus súplicas el enamorado, vierte su fe el místico.
También yo, de rodillas, arriesgué mi espalda a los azotes del verdugo, para que tu andadura siguiera cabalgando sobre brioso crisol de victorias.

II
Veo la peregrinación harapienta que avanza hacia el vientre de la suerte el tamal de los  homenajes la arepa de la justicia el pan de las libertades el caldo de las redenciones
Veo las Ofrendas que te llevan las abejas insomnes de todos los panales que han surgido de tu voz alzada en los desiertos
Los Sacrificios forzados de otrora el pueblo ahora los canta para la gloria de un despertar inesperado el grito mismo del esclavo que antes sólo gemía y callaba 
Honores te dan al pasar quienes del honor viven y ni agua requieren en los siglos del deber
Templos no hacen falta donde tanto corazón es tu morada donde te abrigan ninfas australes y nirvanas alfombran alamedas para tu paso
Multitud de clanes nos arropamos en el Tótems erguido de tus convicciones como colmenas soterradas como nidos de nuestras infinitas ansias de ser de inhalar éteres del cosmos y beber savias de la reposada tormenta
Trajiste del averno los Oráculos cuando los desalmados te creyeron ido
Venciste la impaciencia sin dejar para más nunca lo que tenías que hacer
Juntaste los dispares por el prístino llamado de tu afecto
Derrotaste pústulas casquivanas sin desmaquillar poses sin necesidad de hurtar autorías
Trasluciste la opacidad con que el fango nos enceguecía
Demoraste los vagones para montar a los rezagados a los carecidos de tiquetes a los que amanecieron sin techo durmieron sin amor y lloraron de hambre
Nos abriste los ojos y ya no tendrá descanso nuestra vigilia por esas maravillas festivas a que nos convocaste.

III
Tu raíz arrebata de la sed milenaria lo por cumplir, las causas insospechadas pero justas, el cauce de manantiales no descubiertos, el argumento subterráneo que estalla untándolo todo de ganas.
Tu raíz se bifurca en incertidumbres suspendidas, se apaga a ráfagas por zarpazos viles, pero se multiplica a razón de miles por contacto hazaña.
Tu raíz te dio madre y sorpresas y otros fuegos fundadores, te dotó de senderos arenosos y asoleados para que tus pies creyeran en el camino, aunque el camino no supiera de compasiones ni de acertijos.
Tu raíz demoró ciertos cadalsos en salir del foso, tus imanes nos atrajeron sin mediar superficies.
Tu aquiescencia al atrevimiento nos mantiene en ayuno de quietudes.
Tu apego congénito al abismo, al hechizo de los azares, al intrépido darse del insurrecto, nos ató náuticamente al incógnito sino de las pendientes.
Tu arbitrario contagio de criollismos nos allana las sendas a lo nuestro.
Tu ímpetu adolescente a veces me ciega la carga del tiempo y la fatiga.
Tu huerto de crisálida encinta polinizó sabanales que sucumbían al tambor de la sensualidad.
Tus pesares se hicieron pan compartido, tu brío aliento de la grey en pos.
Tus heridas nos laceran como  emboscadas criminales.
Tus naufragios ya nos enseñaron el poder de la resurrección.