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martes, 9 de septiembre de 2014

El ébola, los medios y el miedo al otro

La diseminación del virus del ébola es multipropósito
El ébola funciona al mismo tiempo como regulador de inmigración, como gigantesco conejillo de indias de los laboratorios farmacéuticos, como justificación para la ocupación continental y para la espía de grupos humanos.

Hasta ahora Europa y Estados Unidos controlaban su flujo inmigratorio utilizando centros de recepción de inmigrantes y desalentando y desprotegiendo a balseros y  polizones. Con la instalación del ébola como una enfermedad viral sin medicación eficazmente acreditada y altamente contagiosa, las restricciones al flujo migratorio hacia Europa y Estados Unidos camuflan sus razones racistas, xenófobas y económicas en una nueva justificación: los motivos médicos. Ahora dirán que cierran sus fronteras para proteger a sus poblaciones de una enfermedad contagiosa, desconocida e incontrolable.
Parte de ese mismo control migratorio es la nueva invasión territorial de los países y los continentes víctimas del ébola a los cuales envían personal médico y militar desde Europa y Estados Unidos.

 El 11 de agosto pasado, la Organización Mundial de la Salud  se reunió en mesa de debate para clarificar si era ético utilizar contra el ébola drogas de utilidad no científicamente probada. Concluyó que sí.

Desde entonces, la OMS avala el uso del suero ZMapp y de una vacuna en desarrollo por el laboratorio británico Glaxo, ambos en fase de investigación sobre cuerpos humanos, sin garantía de respuesta médica.

La participación de la industria farmacéutica en estas circunstancias no es nueva. Ya lo ha hecho Bayer a lo largo de sus 150 años de historia. Ya lo han hecho los laboratorios durante la promocionada gripe aviar, declarada pandemia en 2009.

Las guerras siempre han sido espacios paradigmáticos del crecimiento de los avances médicos y de los negocios farmacéuticos.

La caída de aviones y el contagio del ébola son dos construcciones-bosque complementarias. Una, la de los aviones que se caen, apunta a instalar el miedo a poner en riesgo la vida si uno entra (al sitio donde los aviones se caen). Otra, la del miedo al ébola, apunta a instalar el miedo al contagio si uno deja salir (a los infectados del gheto sanitario al que se los confina).  

lunes, 1 de septiembre de 2014

Newton, los medios y la ley de gravedad

 A través de los medios se fabrican bosques con los que se marcan los espacios del miedo todo el tiempo. Indican al lector los sitios a los cuales no ir, los temas que no mirar. Así restringen la circulación y liberan zonas. Desde siempre.


A finales de los años '60 y  durante gran parte de la década del '70 desde Estados Unidos se instaló una construcción respecto a la existencia de una zona en la que desaparecían sin explicación alguna aviones y barcos. Esa zona tenía uno de sus vértices en Fort Lauderdale, Miami. 
Al noroeste de Cuba.
La idea era claramente: hay lugares del mundo por los que no se puede transitar seguro.

Iván Sanderson publicó en la revista Saga
"Los doce cementerios diabólicos alrededor del mundo".
En ese artículo escrito en 1942, el biólogo escocés señala 12 lugares del mundo en los cuales desaparecen aviones y barcos sin ninguna explicación.
Uno de esos sitios es el que se conoce como el Triángulo de las Bermudas.


Entonces no se podía viajar por ciertos lugares porque los aviones desaparecían. 


Sanderson escribe su texto en pleno desarrollo de la segunda guerra mundial. 
Es notable la coincidencia geográfica entre las zonas en las que él anota las desapariciones de barcos y aviones y aquellas zonas que las potencias imperiales perciben como estratégicas:
Al sur del Japón aliado a la Alemania nazi.
La línea de abastecimiento por el Océano Pacífico
Las costa centrales de Brasil.
La entrada del Mediterráneo.
El Medio Oriente tras el canal de Suez.
El paso hacía Asia por el sur africano.
Y al entrada a los Estados Unidos desde Europa.



Hoy la construcción es la misma.
Solo que los aviones ya no desaparecen. Ahora se caen.



El comienzo de la instalación del bosque de los aviones que se caen comenzó en marzo pasado, cuando se pierde todo contacto con el vuelo 370 de Malaysia Airlines.
El vuelo despegó de Kuala Lumpur y tenía como destino Pekín. 
Nunca más se supo nada ni del avión ni de sus 239 pasajeros.


Desde entonces:
El 17 de julio murieron 298 personas tras la caída del vuelo 17 de Malaysia Airlines en Ucrania
Seis días después mueren 48 pasajeros del vuelo 222 de Transasia Airways en Taiwan
Y ese mismo día fallecen los 119 pasajeros del vuelo 5017 de Air Algerie en Malí

El 10 de agosto pasado  un  avión Antonov-140 de fabricación iraní (conocidos también como IRAN-140), se estrelló, minutos después de despegar, al sur del aeropuerto de Meharabad, cerca del estadio deportivo Azadí, en el sureste de Teherán. La explicación que dan los medios respecto a la caída del avión es que "Irán cuenta con una flota aérea obsoleta y lleva varios años enfrentándose a grandes dificultades para encontrar piezas de repuesto debido a las sanciones internacionales, lo que suele ocasionar graves retrasos en los vuelos internos".

El 24 de julio de 2014, Telesur publica en su página web que "Estados Unidos retira prohibición de vuelos hacia Israel".
El 8 de julio Israel inició un ataque contra la franja de Gaza al que llamó "Operación margen protector" que provocó la muerte de alrededor de 2.000 palestinos.
 
"Cuando un avión de línea cae derribado por un misil lo que hay que detener no es el tráfico aéreo. Lo que hay que dejar de hacer es tirarles misiles". -Walter Martínez-

jueves, 21 de agosto de 2014

Los miedos, los medios y los bosques

Los relatores de cuentos infantiles tradicionales tenían perfectamente delimitado el espacio del miedo. 
El bosque

Hoy, los medios fabrican permanentemente bosques nuevos con los que marcan los espacios del miedo: los sitios a los cuales no ir, los temas que no mirar. Replican una agenda de temas-cucos que restringen y liberan zonas.

En este momento hay dos temas que se están usando con función de bosque a nivel mundial.

Uno está demarcado por el miedo a no poder viajar en avión porque se caen en pleno vuelo.

El otro tema es el miedo al contagio de una enfermedad mortal, el ébola. 

La construcción de bosques es una construcción siempre en torno a la (re)pulsión que genera el tema de la muerte.

¿Quién querría subirse a un avión si supiera de antemano que se caerá?

¿Quién querría viajar a un lugar en el que sabe que enfermará mortalmente? 

Instalan el bosque con su respectivo cuco y así fabrican una espacio de zona de exclusión y, a la vez, de zona liberada.

 (Foto: Cristina Fraire)

 Aislan. Afectan a la circulación, de los ciudadanos en general, de la persona común. Deja de ser una zona transitable en lo cotidiano.

Generan un espacio al que por un lado no den ganas de ir y por otro generan un espacio de piedra libre para actuar sin testigos. Restringen la entrada y la salida. 
Como vaciar una calle.

La creación de bosques se basa 
en el quiebre de todo circuito de construcción lógica entre 
la mirada sobre la realidad 

lo que el medio presenta como información sobre ella.  

Así esos territorios pasan a ser espacio exclusivo 
del relato ficcional.