sábado, 12 de abril de 2014

Instantáneas

La Nación.
8 de abril de 2014.
Cuerpo principal del diario.
24 páginas.
20 fotos.
Una sola 
lleva el crédito de un fotógrafo 
con nombre y apellido: Fernando Font
¿Trabajará para el diario? 
¿O solo tomaron su foto a falta de corresponsalía tucumana? 

Del resto:
al podio se lo lleva Télam, 
la agencia de noticias del Estado Nacional 
que La Nación repudia y descalifica permanentemente.
Usó sus fotos en la tapa
y en las páginas 5, 7, 10 y 16.

En el segundo lugar se ubicó el olvido de crédito
en las páginas 17 y 18

Atrás las agencias extranjeras 
AFP (en la 2 y la 3), 
EFE en la página 4 y,
Reuters en la 17.

Y con una sola foto los diarios
 Wall Street Journal en la 15 y,
La Mañana de Neuquén en la 16,
la oficina del gobernador Scioli en la 6,
la gobernación de Catamarca en la 17
el gobierno de la ciudad de Buenos Aires en la 21 y
Twiter en la página 16.

Disfrutá de la galería completa:
















Supongamos que las fotos de internacionales no sean de tus reporteros gráficos porque las noticias suceden afuera del país en tiempo real. Y usas las de agencias internacionales.

Supongamos que las de las noticias nacionales suceden en todo el país. En tiempo real. Y tus fotógrafos no llegan a cubrirlas. Entonces usas las de Télam.

Supongamos que hay fotos de las que te olvidas los créditos porque te resulta más sencillo conseguirlas bajandolas de internet que usando tu propio servicio de fotográfia.

Ahora si todo esto te sucede 
pero además

Tus fotos de espectáculos son las fotos de agencia que te aportan las oficinas de prensa de los artistas que aparecen en tus páginas

Y cuando un espacio político genera una noticia y las fotos que vos publicas son las fotos que te alcanza la oficina de prensa del espacio político que genera la información.


Te están sobrando los redactores. 
Te están sobrando los reporteros gráficos.

Ha llegado el momento.

Tenes que dividir a tu plantilla gerencial
y con una parte ocupar todos los espacios en una
y con la otra armar 


Y que parezca un accidente.

jueves, 10 de abril de 2014

¿Por qué?

Si en las dos fotos aparece Sergio Massa
Y las dos fotos aparecen en Política de La Nación.

A esta del 7 de abril de 2014
la provee la oficina de prensa 
del Frente Renovador.


Y
a esta, del 8 de abril de 2014, no.


domingo, 6 de abril de 2014

Con la idea que se tiene de la vida




Por Horacio Cecchi *

Justicia por mano propia, dicen los más osados; emoción violenta, dicen los leguleyos; homicidio en riña, dicen los que no saben. Las cosas por su nombre: homicidio agravado por alevosía y ensañamiento, dice el Código Penal. Los nombres diferentes que asume la acción llamada ahora linchamiento están vinculados, como suele ocurrir, con la idea que se tiene del mundo, de la vida, y en este caso en particular, si considera que el otro tiene vida como un semejante o es simplemente un trámite de la inoperancia judicial que hay que resolver a como dé manera y la manera es matándolo a palos. Ocurre que la palabra linchamiento no tiene espacio dentro del Código y entonces surgen las diferentes acepciones y su aplicación, ajustando lo que se cree que es realidad a la ideología, que es previa. Mario Juliano, juez del Tribunal Criminal Nº 1 de Necochea, y director ejecutivo de la Asociación Pensamiento Penal, explicó a Página/12, paso a paso, todo lo que aplica el Código Penal sobre quienes participan en un linchamiento.


Para definir si el hecho de que una turba enfurecida mate a alguien indefenso porque cree que cometió un robo o hurto merece condena, Juliano empezó por explicar lo que se entiende como legítima defensa, que es lo que invocan los adeptos a la mano dura sobre el cuerpo de otro. “La legítima defensa es una causal exculpante de responsabilidad –dijo el juez– y se detalla en el artículo 34, inciso 6, del Código Penal.”


¿Cuáles son las condiciones para que se cumpla o cuáles son los límites de la legítima defensa? “Se deben dar tres cuestiones. Primero, la legítima defensa sólo existe como tal si es como respuesta a una agresión ilegítima en curso”, y subrayó “en curso”. “No puede ser que la acción ilegítima haya sido pretérita o futura”, sostuvo Juliano. ¿Por qué el acento puesto en que la acción ilegítima esté ocurriendo? Muy simple: no se puede llamar legítima defensa el hecho de agredir a alguien después de perseguirlo, porque la acción ilegítima, por ejemplo, un hurto en la calle, ya terminó. De la misma manera, tampoco se puede alegar legítima defensa por un pretendido robo futuro, porque el Código Penal no hace predicción.


“Tiene que haber falta de provocación de parte del que alega la legítima defensa –explicó Juliano–, por ejemplo, no puede haber agredido primero y después alegar legítima defensa durante la respuesta del otro a su agresión. Por último, la tercera condición es que la respuesta sea proporcional, tiene que haber una respuesta racional del medio empleado, es decir, si me viene a pegar con un diario, no me puedo defender con un arma como un revólver o un cuchillo.”


¿Qué pasa si, para dar el ejemplo de un asalto, el asaltante tiene un cuchillo y el asaltado no tiene un cuchillo a mano pero tiene un arma de fuego? ¿Cómo se sostiene la proporcionalidad? “La ley no pide a nadie que se transforme en un héroe. Pero, bueno, son todas circunstancias que se deben analizar y demostrar en cada caso. En principio, se deben dar esas tres condiciones.” ¿Sólo ocurre en casos de defensa de la propia persona o se puede aplicar también sobre objetos o posesiones? Una anécdota que narró Juliano avanza sobre esta pregunta. Un caso hipotético planteado en un examen: una persona compra una heladera en un local, paga con cheque y pide que la envíen a su casa. El local cierra y no le manda la heladera. El comprador llama al banco y anula el cheque. Pero el portador del cheque lo denuncia en la Justicia por estafa por pagar sin fondos. La respuesta correcta, sostuvo Juliano, es la legítima defensa, porque utilizó lo que tenía a su alcance para proteger sus bienes.


¿Se pueden enmarcar los recientes linchamientos como casos en legítima defensa? “No, todo indica que son homicidios calificados. Hay que diferenciar lo que es la aprehensión civil de lo que llaman linchamiento –explicó Juliano–. La ley permite a cualquier ciudadano intervenir en un delito en curso y atrapar al posible delincuente. Esto puede pasar porque no hay policía en ese momento, aunque nadie está obligado a hacerlo porque, repito, la ley no obliga a actos heroicos. Esto está regido por los códigos de procedimiento de cada jurisdicción. Lo que no autoriza la ley, ni a los civiles ni a la policía, es a poner mano sobre un posible delincuente y lesionarlo o matarlo. Esto es homicidio, o lesiones”.


Según Juliano, “en el mejor de los casos es homicidio simple, pero lo primero que surge es el artículo 80, que trata de homicidio agravado por alevosía, ensañamiento y concurso premeditado de dos o más personas”. La alevosía implica un empleo intensivo y extensivo de medios para provocar la muerte, generando un sufrimiento innecesario en la víctima, y la saña es el aprovechamiento de la indefensión. “Esto prevé, en el Código Penal, penas de prisión perpetua.”


Algunos alegaron emoción violenta. “La emoción violenta es otro de los eximentes de responsabilidad, pero es contradictoria con la legítima defensa, porque los agresores no fueron víctimas”, explicó Juliano.


Un abogado en un medio sostuvo la idea del homicidio en riña. No saber es no saber, pero saber y opinar erróneamente es esconder: riña, en la definición del diccionario de la Real Academia, es un acto “en que se acometen varias personas confusa y mutuamente de modo que no cabe distinguir los actos de cada una”. Muerte en riña, como ejemplo mediático, es la ocurrida en un enfrentamiento entre barras bravas, no una emboscada. En los casos recientes, uno de los bandos parece que tenía un solo integrante y no aparecía demasiado confusa la acción: los golpes fueron en una sola dirección.


Si nombrarlo linchamiento ya implica una especie de eufemismo periodístico, porque encubre el nombre de homicidio agravado, y lo encubre casi con un sentido justificatorio, decirle paliza, como apareció en varios medios, es, simplemente, no llamar las cosas por su nombre.



* Aparecido en Página/12 el 3/4/2014 como "Llamar los hechos por su nombre" 
 

Elegir las palabras


"Difícil hablar de homicidios cometidos por una turba, cuando está instalada la idea de que son actos erróneos de justicia. A los periodistas nos cuesta. Y habremos dicho en algún momento linchamiento por homicidio. No importa, en realidad, siempre se aprende algo. Lo que importa, en realidad, es que en medio del vértigo de la producción de una nota podamos tener el suficiente reflejo como para activar la mente, y buscar un sinónimo que no justifique. Por qué justifica decir linchamiento? Porque estamos diciendo que un grupo de gente, espontáneamente, se unió para tomar en sus manos lo que la justicia no hizo. Falso. Hablamos de una suerte de estallido de indignación cuando en realidad es una tropelía homicida cometida por violentos que buscan defender una cartera matando a un indefenso. Si robó, atraparlo y entregarlo a la policía no es lo mismo que amasijarlo a patadas sin posibilidad de defensa. Por eso, si no digo menor sino chico o pibe, si no digo crimen pasional sino en todo caso femicidio, si no digo accidente de tránsito sino choque, tampoco digo linchamiento sino homicidio cometido por una turba de energúmenos que después se fugó porque sabe lo que cometió".

Horacio Cecchi
Periodista docente
http://horaciocecchi.wordpress.com

sábado, 5 de abril de 2014

De a dos


Por Luciana Peker *


EQUIDAD Una investigación sobre el reparto del cuidado de niños, niñas, adolescentes y adultos mayores en la Argentina muestra que es inequitativo y que recae, mayoritariamente, sobre la espalda de las mujeres. En el 76 por ciento de los casos son las madres quienes se encargan de sus hijos si no están en la escuela. Por eso, se propone mirar a Uruguay y Costa Rica que implementaron un sistema nacional de cuidados, extender las licencias por maternidad y paternidad, ampliar los horarios escolares, abrir jardines maternales y crear centros de día para la tercera edad.


No es lo mismo cocinar –que puede ser un placer, una distracción o una invención cada tanto– que hacer la comida. La diferencia está en la obligación diaria de servir algo que el resto de la familia se lleve a la boca. Tampoco es igual cambiar cada tanto un pañal que ser la que tiene que cambiar –siempre– los pañales. Ni hablar de pasar un peine fino, acordarse de comprar las acuarelas para plástica, coser los pantalones tajeados por el traqueteo del recreo, fijarse si hay hielo en el congelador, pensar fórmulas para que los hijos tomen vitamina C e ingieran verduras verdes o lograr que el cepillo de dientes no sea sólo un palillo decorativo sino que llegue –y se mueva– en la dentadura de los niños y niñas (que suelen más que llorar, trinar al intento de higiene bucal) y así la lista sigue. Porque de eso se tratan las tareas domésticas: una enorme lista de deberes que pesa sobre la cabeza de las mujeres que, generalmente, son quienes las hacen y, si no las hacen, son quienes las organizan.


El problema no es sólo agacharse a agarrar cada calzoncillo dejado en el piso del baño –como si levitara– cuando en realidad la espalda la doblan las madres o esposas en un gesto típicamente cotidiano o correr para llegar a la salida del colegio como si el fracaso en la puntualidad del maratón maternal fuera un bochorno diario. El problema, en realidad, es que no es un problema personal, sino que requiere de políticas públicas y redes sociales para que la primera democracia sea la doméstica.


Esa es la intención del proyecto El cuidado en la agenda pública, del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA), la Asociación por los Derechos Civiles (ADC) y el Centro Interdisciplinario para el Estudio de Políticas Públicas (Ciepp) que acaban de publicar el documento “La organización social del cuidado de niños y niñas. Elementos para la construcción de una agenda de cuidados en Argentina”, con el apoyo de la Unión Europea.


“Desde mediados de la década del ’80 en adelante las mujeres se insertan masivamente en el trabajo productivo, pero los varones no se insertan en el cuidado. No hay infraestructura pública de cuidado, no hay licencias o prestaciones otorgadas para mujeres y varones en los regímenes laborales –sin contar los grados de informalidad laboral y, por ende, sin prestaciones– y no hay disposición de los varones para cuidar, en todo caso, lo que hay es una disposición complementaria a la todavía central disposición para cuidar de las mujeres”, explica el famoso “yo te ayudo” de la abogada Laura Pautassi, investigadora del Conicet y socia de ELA. “No se trata sólo de un tema de infraestructura, sino de transformar esta inequitativa distribución y construir marcos sociales más justos”, subraya.


La iniciativa parece elemental. Pero atenta contra un gritoneado sentido común que presiona a las mujeres para que se ocupen del cuidado de ancianos, marido o novio e hijos/as o las jaquea por la falla. Todavía trinan los reproches mediáticos de Luis Ventura que, con 57 años, le reclamó por televisión a su mujer, Estela Muñoz, porque ella, por primera vez en 29 años de matrimonio, decidió en el verano trabajar en Mar del Plata y lo “dejó” solo en su casa. “A mitad de enero tenía una ametralladora encima”, le dijo a la revista Gente, en una frase que preocupa. Y que él justifica así: “Yo exacerbé lo que les pasa a muchas familias, donde la mujer tiene que salir a laburar. Hice una caricatura de la realidad. A mí no me cambia la vida una heladera ni regar una planta, ni sacar a los perros. Pero son pequeñas tragedias cotidianas”.


Esas tragedias cotidianas no se ven cuando pesan en el cuerpo de las mujeres. Por eso, la gran pregunta es ¿quién cuida a quién? Un relevamiento de la situación del cuidado en la ciudad de Buenos Aires, Morón y San Martín, Resistencia, en Chaco, y San Salvador de Jujuy determinó que la actual organización social del cuidado es injusta: no está distribuida en forma equilibrada entre mujeres y varones y que las condiciones socioeconómicas determinan el acceso a distintas alternativas para cuidar a otrxs, cuidarse y recibir cuidado.


Por ejemplo, en Argentina existirían menos de dos personas (1,8) en edad activa para cuidar a cada niña, niño, adolescente o adulto mayor dependiente, pero no lo hacen de manera equilibrada. Mientras que, en la región metropolitana de Buenos Aires, un estudio de ELA indica que en una semana típica –cuando niñas y niños se encuentran en el hogar– en el 76 por ciento de los casos son las madres las responsables de cuidar.


Por otra parte, aun cuando el fracaso de la inscripción online demostró el agujero en las vacantes en las escuelas públicas para los primeros años de vida, no es un problema exclusivo de la ciudad de Buenos Aires. En todo el país, el 91,4 por ciento de los chicos y chicas tienen lugar en un aula a partir de los cinco años. Pero desde que nacen hasta los dos años –cuando las mamás también tienen que ir a trabajar– la cobertura del servicio escolar es inferior al 4 por ciento a nivel nacional y en la ciudad de Buenos Aires, a pesar del mayor presupuesto, apenas alcanza al 13,9 por ciento de los/las más pequeños/as.


La socióloga Lucia Martelotte, coordinadora del proyecto El cuidado en la agenda pública y responsable del área política de ELA, remarca: “En general, son las mujeres quienes se encargan, de manera casi exclusiva, de las tareas que tienen que ver con el cuidado. Esta situación es injusta y podría revertirse, por ejemplo a través de políticas que incentiven la corresponsabilidad”. Ella también propone otras medidas prácticas: “Centros de cuidado infantil y de día para personas mayores, hospitales ambulatorios para personas con enfermedades crónicas, la extensión de la jornada escolar para compatibilizarla con el horario laboral, la ampliación de licencias más allá del nacimiento y el primer año de vida de los niños y niñas. También sería importante que el Estado asumiera su rol como proveedor y regulador de servicios de cuidado y se trabajara para construir un Sistema Nacional de Cuidados como los de Uruguay y Costa Rica”.

* Aparecido en Página/12 el suplemento Las/12 como "Democracia doméstica"

miércoles, 2 de abril de 2014

Malvinas

"Si la guerra es una forma de conversación sangrienta entre dos adversarios, ¿cuáles habían sido los mecanismos textuales que se habían puesto en marcha para desarrollar una estrategia de información masiva que generara consenso y legitimidad política? ¿Y cuáles eran los mecanismos de lectura colectivos -de memoria, de procesamiento y de almacenamiento de la información, de construcción de una cierta coherencia e inteligibilidad discursiva- que otorgaban verosimilitud a lo narrado por los medios y lo volvían representaciones sociales, doxa cotidiana? Querer no saber, creer, no creer, la voluntad de creer, la disposición para la creencia. La fuerza del relato. El úlitmo lugar de lo sagrado.

Este libro intentará discutir estos problemas. Y también el hecho de que debe existir una continuidad entre la experiencia personal, una experiencia de los medios y una experiencia teórica. Una experiencia personal -y colectiva- vivida pasionalmente, integrada a una experiencia de 'mediación' es decir, de inclusión del 'otro', con la lectura y el criterio de discriminación de la de la experiencia histórica cotidiana. Esta relación entre el sujeto existencial, el sujeto mediático y el sujeto teórico es por fuerza intersubjetiva y necesariamente terciaria.


********

Porque lo sorprendente de esta guerra no es tanto la mentira de los medios, como la verdad relatada. La verdad mediática. Aquello que es presentado y consumido como real y que tiene la forma de un gran relato. Paolo Fabbri dice que los medios se han vuelto paisaje y sería ridículo discutir acerca de la verdad de un árbol. Son las formas de la naturaleza moderna. Y tal vez una de las fuentes actuales de la historia. Y es en este último punto donde la interfase entre discursos bélicos, diplomáticos, políticos o religiosos refleja la polifonía de las voces mediáticas en las que estamos inmersos y se amalgaman en un macrogénero que los sostiene. Apenas nos asomamos a esa extraordinaria industria que es la producción de la información, con sus fuentes, rutinas y estereotipos, el problema de la objetividad de la información no se vuelve más pertinente -es decir, no es la pregunta que debería colocar el investigador- y ésta se desplaza hacia la de la propia lógica de producción del medio, teniendo siempre presente que la primera lealtad de los medios es consigo mismos.

No estoy afirmando exclusivamente un fenómeno ya descrito por Umberto Eco por el cual cada vez más los acontecimientos se 'montan' para volverse inteligibles a los medios, ni me refiero tampoco a las formas de 'espectacularización' de la palabra política y de la producción del acontecimiento analizadas por Eliseo Verón. Por mi parte estoy cada vez más convencida de que los medios de información en gran escala -en todo caso los aquí analizados en un momento puntual- van destruyendo paulatinamente el lugar de la producción de lo verosimil para instalarse, sin falsos pudores, abarcando también el lugar de la producción de lo ficcional, usando como garante precisamente el contrato mediático que el medio establece con sus lectores."

 Lucrecia Escudero
"Malvinas: El gran relato"
Enero de  1996- París
Gedisa Editorial
Colección "El Mamífero Parlante"

lunes, 24 de marzo de 2014

Escuelas

"Y llegó -todo llega- el jueves, terrible día de su ingreso a la escuela. La mamá le remendó bien su saquito, que desgraciadamente no se criaba junto con él, y le hizo una camisa nueva; su pantalón fue heredado de Idaco, y llevaba alpargatas nuevas. Nunca había estado mejor puesto. Se lavó bien la cara con jabón y se refregó 'las patas'. Tampoco había estado nunca más limpio.

Se encaminó a la escuela, distante dos kilómetros de la casa. Luchaban en él dos sensaciones. Una, la curiosidad por saber qué era la escuela, y la otra... la otra le oprimía las tripas y hacía correr un ligero estremecimiento por el uasa tuyo; era miedo, un miedo enorme al maestro. Decían que los maestros castigaban a los niños por cualquier cosita. Cuando en las casas los chicos se portaban mal, las madres los amenazaban: 'Voy a llamar al maestro para que te lleve a la escuela' y los chicos se quedaban quietecitos atemorizados. Pero la realidad era que podían estar tranquilos, pues las madres por nada del mundo hubieran ido a hablar con el maestro.

Dicen que los hacía estar sentados toda la mañana en un banco y ¡guay! del que se mueva. ¡y cuando él no entendiera la castilla! ¡Y cuando el maestro le dijera que leyese! ¿Qué haría? ¡Era horrible! 

Pero había que ir, el maestro amenazó buscarlo con la policia ¡La policía! A Shunko le corrió nuevamente el miedo por la espalda y el estómago se le encogió más.

Una urpila caminaba ligerito por la huella, delante de él, pero ni ánimo para tikiarla con un terrón tuvo.

De pronto en un claro del bosque, se topó con la bandera. Ondeaba atada su asta a un algarrobo, bien arriba. Ankas yurah, azul y blanca. El viento la batía y ella echaba un ruidito de ropa sacudida. Shunko se detuvo y quedó mirándola. Si hubiera sido verde o colorada hubiera sido más linda.

(Cuando ahora recuerda esto, Shunko sonríe. Con el tiempo se acostumbró al color celeste y sentiría después una sensación de agradable calorcito en el cuerpo cuando la viera flamear.  El maestro le contó cómo fue hecha y cómo la gente murió por defenderla; entonces se formó en su cerebro la idea del símbolo.
Cuando en los días de fiesta se recita aquel verso que comienza:

'Página eterna de argentina gloria
melancólica imagen de la patria.
Eco de inmenso amor desconocido
que en pos de ti me arrastra...'

se le agolpan las lágrimas en los ojos, con un deseo inmenso de llorar, la garganta se le aprieta y traga saliva con trabajo. Él no entiende bien lo que esos versos quieren decir, pero siempre siente esta sensación cuando los oye. Ahora mismo cuando los recuerda...).

Bueno, cuando aquel jueves llegó a la escuela los chicos ya habían entrado a clase; claro que eso de entraron es una manera de decir. Debajo de un algarrobo enorme estaban los bancos en que los chicos escribían sentados; los de atrás escribían en el loma del banco de los de adelante; y así hasta el último; al del último nadie le escribía en el lomo. Sobre el tronco del árbol había un pizarrón y el maestro estaba de botas y bombachas, sentado en una silla vecina. En ese momento escribía en un cuaderno.

Shunko se aproximó con desconfianza y se detuvo a diez metros, incapaz de avanzar más por su propio impulso.

Estuvo así hasta que el maestro levantó la cabeza y lo llamó.

- ¡Hola, amigo, arrímese!

Shunko se acercó sacándose el sombrero, el maestro lo tomó del brazo y lo hizo apoyar entre las piernas. Le levantó la cabeza tomándola de la barbilla. Shunko se encontró con una cara que lo miraba sonriente.

-¿Imatah sutiiki?

- Benicio Palavecino.

- ¿Cómo te llaman en tu casa?

- Shunko.

-Bueno, Shunko -dijo, siempre en quichua-, aquí tienes cuaderno, lápiz y borrador; andá sentate y escribí lo que quieras, andá.

- Mana iachani...-dijo, llenándosele los ojos de lágrimas y tomando con miedo los útiles.

-No llores, tonto, ¿no sueles ver cómo tu papá escribe, así ligerito? Bueno, así hacé vos.

Shunko no había visto escribir a su papá porque su papá no sabía escribir, pero si al turo José en el almacén; aunque tampoco escribía ligerito.

Fue a sentarse, secándose la cara con la manga, anduvo sin saber dónde ubicarse, hasta que lo llamó Felipe. Se sentó a su lado y por su indicación se puso a trazar líneas irregulares a lo largo de las rayas del cuaderno; al ratito comenzó a gustarle y ya movía la mano como el turco José.

Shunko se sorprendió al oír que el maestro hablaba en quichua y que sólo de cuando en cuando decía alguna palabra en castellano." (...)

"Shunko"
Jorge W. Abalos
Editorial Losada
42ª edición: octubre 2000