viernes, 20 de julio de 2012

Amigos


Por Rodolfo González Arzac *

Martín Galli y Héctor García se conocieron hace diez años de una manera absurda. Martín tenía 26, el pelo largo y con trenzas. Héctor, "el Toba", el pelo negro con un mechón blanco que delataba sus 48. Martín había viajado desde Haedo hacia el centro porteño impulsado por la rabia. El Toba, había caminado de Congreso hasta el Obelisco con una mochila en la espalda cargada de libros, empujado por una certeza breve: que tenía que estar ahí. Y a las siete con veintiún minutos de la tarde, ese 20 de diciembre, sobre la Avenida 9 de Julio, los dos quedaron atrapados en la misma escena. Nueve hombres bajaron de tres autos. Dispararon para todos lados. Martín cayó al suelo. Una bala le entró por la zona trasera izquierda de la cabeza y se detuvo en la zona frontal derecha. Tenía los ojos cerrados. Un hilo de baba grueso y largo extendido entre la boca y el pecho. El Toba se puso en cuclillas, le inclinó la cabeza, trató de reanimarlo. Un patrullero llegó y varios hombres bajaron y volvieron a disparar, esta vez con balas de goma. Los libros de el Toba amortiguaron el impacto. El Toba le tomó a Martín el pulso. Le hizo respiración. Lo sacó de un infarto. Paró un auto. En el viaje al Hospital Argerich, lo salvó de otro paro cardíaco con una piña en el corazón. Los médicos lo terminaron de resucitar. La bala, sin embargo, por las dudas, desde entonces, se quedó donde estaba.

EL EMPATE. -Cuando yo lo vi a este tipo en el piso, no sé cómo, porque no se parece en nada y yo no soy creyente, pero pensé que era Jesucristo: con las rastas, la barba, tirado. Era Jesucristo-repite ahora, tanto tiempo después, el Toba, en su casa en Ezeiza, después de una abrazote con Martín, que lo mira y lo escucha: y revive. 
La segunda que vez que se vieron, Martín ya estaba en la casa de sus padres en San Justo. Tenía la cabeza rapada y vendada. Estaba en una silla de ruedas, boleado. No podía hablar. Balbuceaba. Lo único el Toba le pudo decir fue:
-Para atrás ni para tomar impulso, dale para adelante.
Pero se siguieron viendo. Habían quedado unidos por ese rato de esa tarde crucial para los argentinos, esos minutos todavía más decisivos para ellos. Y, sin embargo, necesitaron un pacto para poder seguir así, hermanados.
-En una época discutíamos mucho. Porque para él, y más que nada para su familia, yo era el salvador. Y para mí eso era una carga. Me agradecían. Se ponían a llorar. Y un día nos fuimos a un bar. Y le dije: "Vamos a poner las cosas en claro. Hay en el aire una cosa como que vos y tu familia me deben algo. Y vos no tenés una idea lo que significa para mí haber podido hacer algo por vos. Yo cargo una culpa. La culpa de la década del setenta. Yo fui el que le dije a mi hermana, que tenía su vida arreglada, que venga a una reunión. Y hoy mi hermana no está. Y yo no pude hacer nada. Y así como mi hermana, mi cuñado, cientos de compañeros desaparecidos." Y le propuse que nos pusiéramos de acuerdo: que el partido estaba empatado.
Martín aceptó. "Está bien, estamos empatados", le dijo. Y, por un tiempo largo, viajó cada fin de semana del oeste a Ezeiza a pasar un rato con el Toba y su familia. Con el hombre que lo había salvado. El mismo al que él, sin darse cuenta, había ayudado a rescatar de sus pesadillas.
EL PASO DEL TIEMPO. Martín y el Toba anduvieron juntos de acá para allá. Contando su historia. Pidiendo justicia. Viéndose, primero dos por tres, después un poco más espaciado. En los primeros meses, juntos, trabajaron un tiempo con Miguel Bonasso en la construcción del Partido de la Revolución Democrática. Después, Martín se abocó a lo suyo: la música, la literatura, el empleo que le habían conseguido en una biblioteca de la Ciudad de Buenos Aires. Dejó la carrera de Historia, cansado de que le pregunten por la bala que todavía llevaba (y que aún lleva) en la cabeza. Se casó. Tuvo dos hijos. Empezó a cursar una carrera de bibliotecario. Escribió cuentos. Creció.
Al Toba las cosas se le dieron distintas. Dejó de enseñar en la escuela. Trabó una suerte de amistad con Néstor Kirchner. Nunca pensó en ser funcionario, aunque militó desde los 16 años. Hasta que alguien le dijo lo bueno que sería tocar la puerta y que del otro lado hubiera un compañero. Y se convirtió en secretario de Trabajo del municipio de Ezeiza (y en el hombre del presidente en el partido). Tuvo otra hija. Y también, hace no tanto, una enfermedad, que de un día para el otro le diagnosticaron, que lo llevó al quirófano y lo dejó 92 días sin comer, convertido en un esqueleto con vida. Ahora está mejor. El intendente de Ezeiza, pocos días atrás, lo mudó de despacho: lo acaba de nombrar asesor de su gobierno.

LA BRONCA. -Más de 30 argentinos murieron. Hay padres, hay hermanos, hay hijos que no tienen respuesta. Estamos hablando de diez años. Y todavía no se hizo el juicio oral. No aprendemos más. Y yo acuso y culpo a la justicia. Es una justicia dormida, parte del genocidio de siempre -dice el Toba.
-Es el poder que más oculto está. No le podés entrar por ningún lado. El juez de la causa, cuando toma la causa después de que Servini de Cubría la deja aduciendo estrés, dice el primer día que tiene elementos para procesar a De la Rúa. Y a los siete meses, lo desprocesa, no tiene prueba, nada -agrega Martín.
-A mí me mandaron al médico legista para que vea los tiros que me habían dado con los proyectiles de goma, un año y medio después. Y antes habíamos tenido la reconstrucción. Veinte cuadras a la redonda no había un solo policía. Estaba en manos de la policía. Estuvimos desde las nueve de la mañana hasta la una de la mañana. Y pasaban coches. Y en uno de esos coches estaba el tipo que me había tirado a mí. Quería salir de testigo. Cuando me disparó era subcomisario. Y ese día ya era comisario. Lo habían ascendido. Encima, al final, cuando leen el acta, nada de lo que habíamos dicho estaba -se encabrona el Toba.
-La presidenta dijo el otro día que la justicia tarda pero llega. Uno ya está entrenado. No le hace bien al país. La Justicia es justicia en la medida que sea pronta. Pero a pesar de esto hay un nuevo paradigma, una nueva forma de interpretar la realidad en el país. Yo tengo una actitud militante. Creo que este es un frente más que va a tener el gobierno-señala el Toba, que no duda en definirse orgulloso como parte de "la mierda oficialista".  
-Yo siempre abrigo esperanzas. Pero es increíble que hayan pasado diez años. Y la herida siempre va a estar. Uno la puede mitigar. Pero que te hayan querido asesinar es algo que no se supera. El aliciente para esa herida es la justicia. Que se resuelva. Yo no quiero pena de muerte. Quiero que en el tribunal las dos partes presenten sus pruebas y de ahí salga una sentencia. Eso es lo que estoy pidiendo -concluye Martín, cansado. Pero con reservas para seguir dando la pelea. Donde haga falta.
Un día le dije a Martín: "Hay en el aire una cosa como que vos y tu familia me deben algo. Y vos no tenés una idea lo que significa para mí haber podido hacer algo por vos. Yo cargo una culpa. La culpa de la década del setenta. Yo no pude hacer nada por mi hermana..." Héctor García, "el Toba".
"Es increíble que hayan pasado diez años. La herida siempre va a estar. Que te hayan querido asesinar es algo que no se supera. El aliciente para esa herida es la justicia. Quiero que el tribunal dicte sentencia. Eso es lo que estoy pidiendo."  Martín Galli.


*Publicado el 19/12/2011 en Tiempo Argentino
(http://tiempo.infonews.com/notas/dia-que-toba-y-martin-sellaron-su-amistad-medio-de-las-balas)

miércoles, 18 de julio de 2012

La mayoría de edad de la impunidad




18 de Julio de 1994
Juan José Galeano- Jorge Fino Palacios- Carlos Menem- Hugo Anzorreguy- Rubén Beraja - Carlos Corach

miércoles, 11 de julio de 2012

Ella tiene la brújula que perdieron unos cuantos


La felicidad de la gente II

La derecha y la oposición suelen poner a la Televisión Digital Abierta y a Fútbol Para Todos como dos espacios donde el gobierno nacional gasta un dineral que le quita a la construcción de escuelas, hospitales, museos, transportes, seguridad...

Desde el campo popular algunos les discuten en esos términos y confrontan partidas de dinero. Y no está mal.
Sin embargo no es ese el punto. Televisión Digital Abierta (TdA) y Fútbol Para Todos (FpT) son otra cosa. Lo que está en discusión no es una partida de dinero. Es la felicidad de la gente. Televisión y Fútbol son parte de una política de comunicación multiplicadora. Nacional, Popular y Democrática.

TdA es una Argentina que puede ver Canal 7, Encuentro, Paka Paka, Telesur, cine fuera del circuito comercial, y un montón de otras señales sin poner un solo peso.

FpT son millones de pibes que desde que nacieron no habían visto al equipo de sus amores por la tele. Que para ver fútbol profesional tenían que irse a un bar o a una estación de servicio y pagar una consumisión para poder estar un rato frente a un aparato de televisión. Como bien dice el periodista Javier Vicente, FpT es el fútbol que enfrentó a los profetas del odio. Es la democracia hecha mensaje. Entregar la transmisión a los canales que gratuitamente puedan pasarla. Completa. Una comunicación del gobierno nacional para el pueblo, sin intermediarios. A tanda plena. Por múltiples canales. Eso no tiene precio.

Televisión Digital Abierta y Fútbol para Todos hablan de "la felicidad de la gente. Esa especie de aspiración  más o menos eterna de los seres humanos. Para estar bien física y espiritualmente, ¿nos sirven estas tecnologías o no nos sirven? Cuando tenemos las máquinas hay que pensar para qué nos sirven".

Porque "el desafío  ante el que nos encontramos los que nos preocupamos por la comunicación -y ahora preocuparse por la comunicación es preocuparse por lo que pasa en todo el mundo- justamente por el hecho de las nuevas tecnologías, es pensar qué vida queremos para nosotros".

Nada más. Y nada menos.

La felicidad de la gente

"...Son preguntas globales en las cuales todos tenemos que pensar, pero a su vez yo mismo me pregunto acerca de las cosas en que creía hace  algunos años, y no es que ahora he dejado de creer sino que hoy se me hace más complejo buscar soluciones o respuestas. Quiero hablar sobre algunos mitos, y me voy a poner en abogado del diablo. Mitos por los cuales algunos países creen que si no fuera por los malos de afuera todos estaríamos bien. Entre los malos de afuera están los que nos prestan dinero y después nos quieren cobrar con intereses inadecuados; están los que nos mal-informan sobre nosotros mismos; están los que nos quieren vender artefactos electrónicos, satélites, fibras ópticas, etc."

"Ese criterio yo creo que es una especie de mito de nuestra propia inferioridad y me parece que habría que empezar a replantearlo. A mí me preocupa mucho lo del NOMIC, porque es cierto todo lo que se dice, pero más me preocupa el orden nuestro de la información ¿Qué pasa con nosotros? ¿Qué pasa con los argentinos, con los latinoamericanos, con los del Tercer Mundo? Porque es cierto, yo soy obviamente enemigo de todos los monopolios de la información. Se nos puede decir que estamos mal informados porque las grandes agencias transforman, deforman, sesgan nuestra información. Cuando yo estaba en México exiliado, las únicas informaciones que hablaban de la Argentina en el sentido real de lo que estaba pasando eran de muchas de esas grandes agencias; en cambio las agencias nacionales argentinas nunca hablaban de los desaparecidos que están ahí en listados (señala la lista de periodistas desaparecidos detrás del panel)".

"(...) Es cierto lo que decía el compañero, ¿para qué vamos a pedir satélites, fibras ópticas, si no tenemos máquinas de escribir?"
"Aquí hay un grave riesgo de dar soluciones técnicas a problemas que son esencialmente políticos. Yo diría casi filosóficos ¿Se trata de que nuestros países tengan el mismo sistema informativo que los países desarrollados, y entonces tener un equilibrio? ¿Se trata de que la brecha tecnológica, que es absolutamente incubrible, se cubra para ser como los otros? El problema es si deseamos cubrirla, no si podemos cubrirla. Cuando hablamos de subdesarrollo en realidad estamos hablando de otra cosa, que es el desarrollo. Hoy en el mundo entero, y por supuesto en nuestro país, pareciera que el tema central es ver cómo podemos ser como los países desarrollados. Entonces la pugna del desequilibrio aparenta estar en que tenemos que lograr ser como los otros. Para mí la pregunta central es si queremos ser como los otros".

"¿Qué quiere decir este desequilibrio? ¿Quiere decir que en los países desarrollados los sistemas informativos son adecuados? ¿Quiere decir que se asegura más el sistema democrático en los países desarrollados por el sistema de información avanzado, porque tienen las grandes agencias, porque tienen las redes televisivas, porque tienen los satélites, etc?"

"Yo no tengo respuestas claras, tengo algunas intuiciones, a mi no me interesan los satélites no porque cuestan 300 millones de dólares. No me interesan porque antes de preocuparme por tener satélites quisiera saber para qué los queremos. México y Brasil son dos países que tiene satélites nacionales, nosotros los tenemos alquilados. No hay practicamente país en el mundo que no tenga transmisión vía satélite. En México y en Brasil la mayor parte de la capacidad de esos satélites está inutilizada porque no sabe que hacer con ellos".

"¿Para qué queremos satélite? Aparentemente porque  queremos ser como nos dicen que deberíamos ser, porque queremos aprovechar estas nuevas tecnologías en un sentido que todavía no sabemos adonde se dirige ¿Por qué pensar que todas las tecnologías existentes son deseables si estamos pensando no en el desarrollo material, es decir no en una especie de abstracción que es el desarrollo económico del país, sino en el bienestar concreto de los ciudadanos, de nosotros?" 

"Hay un viejo vicio de la derecha y de la izquierda: creer que cuando los problemas económicos se resuelven -y se cree que los problemas económicos se resuelven como lo hacen los países llamados desarrollados- todos vamos a estar bien. Lo contrario también es cierto. Cuando la gente se muere de hambre, por lo tanto no está bien, está muerta, pero el modelo de desarrollo, de existencia cotidiana de los otros países queda demostrado que no produce el bienestar de la gente." 

"Estoy hablando de la felicidad de la gente. Esa especie de aspiración más o menos eterna de los seres humanos, para estar bien física y espiritualmente, ¿nos sirven estas tecnologías o no nos sirven? Cuando tenemos las máquinas hay que pensar para qué nos sirven, cuando somos dependientes y cuando imitamos modelos nos quejamos, pero primero hemos traído las máquinas".

"(...) El desafío ante el que nos encontramos los que nos preocupamos por la comunicación -y ahora preocuparse por la comunicación es preocuparse por lo que pasa en todo el mundo- justamente por el hecho de las nuevas tecnologías, es pensar qué vida queremos para nosotros y no solamente cómo podemos ser iguales a los países que hoy se llaman desarrollados".


Héctor Schmucler
Junio de 1986, Buenos Aires
Sociólogo y Semiólogo
Investigador del 
Instituto Latinoamericano 
de Estudios Transnacionales