Por Luciana Peker*
En Corrientes, detuvieron durante 13 años a una mujer que
supuestamente había matado a su hijo al nacer, después de un parto asistido por
su madre. La sentencia, de junio de 2000, la condenó a cadena perpetua por
homicidio agravado por el vínculo. En abril de 2013 se descubrió que el bebé
había nacido muerto. Una muestra más del sexismo en la Justicia.
“Se hizo justicia tarde, pero se hizo”, dice ella con un
tono optimista que reniega del pasado porque siente que es revolver el dolor
con el que convivió más de una década. “Siempre pensé que iba a salir a la luz
toda la verdad”, remarca. Y enfatiza que prefiere tragarse las palabras sobre
su historia. Sufrió mucho y su familia también. No quiere hablar más –y así lo
pide y hace valer su deseo– sobre el sufrimiento. Se enfoca en recuperar el
tacto, la mirada, la cercanía convertida en la alegría del abrazo con sus
cuatro hijos de 16, 21, 22 y 23 años.
A ella la llamaremos por sus iniciales –MCV– para respetar
su identidad y porque quiere iniciar una nueva vida sin la estigmatización que
da el paso por prisión. MCV cumplió, el 24 de diciembre, 43 años en una Navidad
especial no sólo por redoblarse con un nuevo aniversario, sino porque realmente
se trata de un renacimiento. Fue la primera vez que pasó las fiestas con sus
hijos y su nieto –de cinco años– después de catorce sin compartir la mesa.
“Ahora puedo alzar y abrazar a mi nieto, que es lo que no pude hacer con mis hijos”,
festeja, mientras intenta enterrar las huellas de las pérdidas.
Estuvo presa, acusada de matar a su bebé en 1999, en un
parto en su casa, sin más ayuda que la de su mamá y otra mujer, cuando tenía 28
años y era madre soltera de otros cuatro hijos que tenían, en ese momento, 3,
5, 7 y 9 años. En ese momento era analfabeta y vivía en una situación de enorme
vulnerabilidad, en Mercedes, Corrientes. Su quinto hijo nació muerto. Ella fue
al hospital con una fuerte hemorragia, contó sobre el fallecimiento, pero no le
indicaron llamar a la policía, le dieron un calmante y la mandaron a su casa.
Cuando llegó, vistió al bebé con la ropita que le tenía preparada, lo puso en
una cajita de cartón y lo enterró en el gallinero, porque era el único lugar
adonde no iban los perros. Un vecino –que había intentado propasarse con ella–
la vio en el momento del duelo y la denunció el 18 de agosto de 1999.
La Justicia no le permitió que presentara testigos y otras
herramientas de defensa ni le concedió la prisión domiciliaria para que pudiera
estar cerca de sus hijos pequeños.
La defensa pidió su absolución y la fiscalía sostuvo que no
había elementos para una condena. Sin embargo, el 28 de junio de 2000 la Cámara
en lo Criminal de Paso de los Libres la sentenció a cadena perpetua por
homicidio agravado por el vínculo, en el Instituto Pelletier, de Corrientes
Capital, tan alejada de sus hijos que durante cuatro años no pudieron ir a
verla por falta de plata para el transporte. En la cárcel terminó la primaria y
la secundaria, pero le negaron el permiso para estudiar criminalística. Recién
después de trece años, en el 2013, se reveló por una nueva pericia en base a la
autopsia de 1999 –en la que constaban, por ejemplo, fotos del cuerpo– que su
hijo no tenía signos de estrangulamiento ni asesinato y que sí había padecido
sufrimiento fetal y, probablemente, nació asfixiado por el cordón umbilical.
La Comisión Nacional Coordinadora de Acciones para la
Elaboración de Sanciones de la Violencia de Género (Consavig) considera que
este caso es paradigmático de la misoginia en la Justicia. “Ella padeció
violencia por ser pobre, agravada por ser mujer. El proceso judicial en su
contra es una colección de negligencias. No se apeló el procesamiento, ni se
insistió en esclarecer los hechos o citar a más testigos. El requerimiento de
elevación de la causa a juicio consta de sólo dos carillas, de una gran pobreza
argumentativa. La recolección de pruebas fue magra y prácticamente no se
realizaron medidas para esclarecer el hecho. El denunciante no vio que MCV
matara a su bebé y el tribunal tomó como válida una pericia realizada para
determinar las causas de la muerte del bebé que se hallaba incompleta por falta
de medios. Todos los actores en este proceso han estado impregnados por prejuicios
machistas e impusieron sobre ella toda su autoridad patriarcal condenándola a
cuarenta años de prisión”, remarca la abogada Perla Prigoshin, coordinadora
nacional de la Consavig.
MCV estuvo desamparada hasta que la abogada Susana Arzuaga
–de la secretaría de la Defensoría– pidió que se revisara su sentencia. Por
esta medida, el 26 de abril de 2013, el Superior Tribunal de Justicia declaró
la nulidad de la sentencia y ordenó su inmediata liberación. A partir de ahí,
la acompañaron Caro González, la delegada de la Consavig en Corrientes, y su
defensora Nora Maciel, que solicita una reparación integral, no solamente
monetaria, sino también que le garantice acceso a una vivienda digna, trabajo y
asistencia para que sus hijos (que debieron abandonar la escuela cuando ella
quedó detenida) puedan terminar sus estudios y capacitarse. En el mismo sentido
se expresaron la Asociación Pensamiento Penal y la Comisión de Derechos Humanos
de Corrientes que, en una carta al gobernador Ricardo Colombi, expresa que “MCV
no tuvo acceso a la justicia, a ella le fue negada por su condición social y
por el tipo de delito investigado, tenía dictada sentencia de antemano”. Maciel
enfatiza: “En el proceso no llamaron ni a la enfermera que la atendió en el
hospital, ni a las vecinas, ni a la amiga que iba a ser la madrina. Ella nunca
ocultó el embarazo. Todavía el gobernador no resolvió su indemnización. Para
Navidad se hizo una colecta para que pudiera estar con sus hijos. Esperemos que
no haya que hacerla transitar por un proceso que la haga revivir todo lo que
pasó”.
Mientras tanto, MCV tiene planes. Va a inscribirse en
Derecho. “Siempre quise estudiar y nunca me dieron la oportunidad”, resalta
sobre las restricciones que le impusieron en prisión. Aunque, por ahora, su
mayor objetivo es poder llevar a Corrientes capital –donde trabaja por la
mañana en el Registro Civil, con el sueldo más bajo, y por la tarde como
empleada doméstica– a sus hijos, que residen en Mercedes. Allá vivía su mamá,
que los crió y recientemente falleció. Su papá también murió, sin que a ella le
permitieran salir de la cárcel para despedirse. MCV cuenta con tristeza que su
mamá le faltó en Navidad. Pero, con mucha pujanza, se enfoca en salir adelante.
“Voy a trabajar día y noche para que estén bien mis hijos, que son lo único que
me importa, con mis hermanos y hermanas. Tengo un apoyo increíble. No me puedo
quejar de la vida por más que estuve encerrada tanto tiempo. Lo más importante
es que mis hijos no sufran y lo voy a lograr, si Dios quiere.”
* Aparecido como "Justicia poco corriente" en el suplemento Las 12 de Página/12 el 3/01/2014.
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