domingo, 17 de enero de 2016

Vidas leonas

 Por Luciana Peker*



En el sector público se calcula que ya hubo 21.455 despidos que incluyen a mujeres, jefas de hogar y embarazadas. En la provincia de Buenos Aires suspendieron las paritarias por decreto. En La Plata reprimieron una protesta con balas de goma que dejaron marcada toda la espalda de una manifestante. ¿Cómo puede afectar este panorama laboral las demandas de igualdad salarial, mayores licencias maternales y parentales y más jardines maternales y colegios de horarios extendidos? ¿Se aprobarán los proyectos presentados en el Congreso de la Nación que proponen políticas de cuidado y más días de licencia? ¿La agenda de género va a avanzar o va a quedar desplazada ante la urgencia de la pelea por garantizar las fuentes de trabajo?



Hay momentos históricos en los que la lucha de clases no tiene matices. Y sus novelas tampoco. Es ahora, en este 2015 de cambios políticos acelerados y equidistantes; de una sociedad dividida social e ideológicamente, y de un shock de decretos y balazos de goma, cuando los culebrones vuelven a llamar a las cosas por su nombre, en nombre del amor. En Telefé empieza La Leona, en la que su protagonista, María Leone, es una trabajadora que no está dispuesta a perder su fuente de trabajo y se convierte en la gremialista que pone el pecho para que no cierren la fábrica. Y en Canal 13, Los ricos no piden permiso dispone un ajedrez muy diferente, en el que las pasiones se cruzan entre pudientes y humildes por dinero, pero también por calentura.

Esta vez la ficción no superó la realidad, y el gobierno de Cambiemos adoptó un plan per tutti imponiendo la baja de las retenciones a la soja, la devaluación y el final del cepo, los despidos a empleadas/os públicos, la represión a la protesta social de trabajadores/as de Cresta Roja y municipales de La Plata con balas de goma cuerpo a cuerpo, y dejando en actas fotográficas que la represión en el Hospital Borda (en protesta por una obra inmobiliaria en el centro de salud) no es solo una causa archivada. Entre este presente vigilante y ese estado de felicidad que demanda el Presidente Mauricio Macri se revela que no hay cambios reales solo con cambios de clase si no se agregan los cambios de género, pero tampoco es fácil pensar en cambios de género cuando las mutaciones de clase vuelven a ser –sin matices, como en las novelas- protagonistas estelares.
¿Se puede pensar en el parate de paritarias que impuso por seis meses María Eugenia Vidal en la provincia de Buenos Aires, en exigir que los colegios extiendan sus horarios para que las mujeres puedan trabajar más y equiparar sus sueldos y ascensos al de los varones? ¿Se puede imaginar un reclamo fuerte en el Congreso de la Nación afectado por el despido masivo de personal –siempre tildado masivamente de ñoqui- para que se apruebe el proyecto de extensión de licencias por maternidad y paternidad al nacimiento y de días para llevar al pediatra, al dentista y concurrir a actos escolares, cuando el miedo a ocupar la silla acecha para no quedarse con el culo en el aire y sin madera donde sentarse? ¿Se puede plasmar la crítica de una deuda pendiente en materia de políticas públicas de cuidados –como tienen Uruguay y Costa Rica- en la que el Estado no le dé la espalda a la sobrecargada espalda de las madres, para compartir el trabajo no remunerado de las tareas del hogar y la crianza frente a la quita de subsidios en las tarifas, el dólar libre, la sospecha de que cada empleada del Estado tiene como objetivo la militancia rentada, el gasto oneroso a las cuentas públicas y la rascada como deporte laboral?

La Argentina tiene una enorme deuda –que no se cerró ni se tomó como prioridad en la anterior gestión de gobierno- con los derechos laborales y económicos de las mujeres: el desempleo femenino (especialmente juvenil) es más alto que el de los varones; la informalidad laboral (empujada por la explotación sin blanqueo de empleadas domésticas) es más alta entre las trabajadoras; la licencia maternal no llega al piso básico recomendado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la licencia de paternidad no alcanza a constituirse en un símil feriado puente; las mujeres gastan el doble del tiempo que los varones en el trabajo no remunerado del cuidado de los hijos e hijas y las tareas del hogar sin la suficiente ayuda del Estado, y el peaje al género se cobra entre un 20 y un 30 por ciento del bolsillo de las mujeres que ganan menos que los varones, por diferentes causas que desembocan en una escandalosa desigualdad salarial. Ante este nuevo panorama político, de emergencia en seguridad, económico y laboral, ¿la agenda de igualdad de género va a tener lugar, va a poder crecer, ser mejorada y reclamada o se va a empobrecer y quedar, todavía, mas silenciada?

Sensación térmica. 
Desde el 10 de diciembre hasta mediados de enero, 21.455 personas perdieron su trabajo en el sector público, según el conteo de El Despidómetro, un sitio creado (con base en facebook y twitter) por periodistas anónimas/os, preocupados frente a los despidos masivos y el blindaje mediático, que recopilan cifras publicadas en medios de comunicación e información y telegramas que les envían delegados y trabajadores/as. Todavía no se conoce qué cantidad de mujeres son las afectadas, pero sí, por ejemplo, que entre 43 despedidos en el Senado de la Nación había discapacitados y mujeres embarazadas, y también recibieron denuncias que indican que en el Ministerio de Agricultura echaron a dos jóvenes embarazadas, aunque en un proceso no lineal muchas veces son reincorporadas después de negociaciones sindicales. El ABC de la desigualdad de sexo es que en el medio de la gestación y la portación de panza no se puede ir a buscar trabajo, en muchos casos se hace necesario el reposo o la baja de tareas, el estrés está contraindicado para prevenir contracciones y nacimientos prematuros y es mucho -¡pero mucho!- más difícil dar la teta y buscar un nuevo empleo con un recién nacido y no cobrar la licencia por maternidad: un exabrupto de la letra chica de los contratos precarios que toma por jaque a cualquier idea de igualdad entre varones y mujeres.

En muchos casos, incluso, la militancia feminista deja paso a intentar sostener fuentes de trabajo, contener la angustia de quien ya no sabe cómo pagar el alquiler o empezar a comprar guardapolvos, o pasar por el chino sin que la mafia de intentar hacer una tarta de jamón y queso alce los brazos del robo a la cotidianeidad. En otros casos, se intenta pensar desde un feminismo crítico y anticolonial formas de resistencia a nuevas formas de neo-neo-ceo liberalismo. La docente e investigadora de la Universidad de San Martín y el Conicet, Vanesa Vazquez Laba, argumenta: “La agenda feminista es una construcción colectiva producto de las relaciones de fuerza dentro del movimiento feminista. El paso del capitalismo de Estado al neoliberalismo impacta directamente sobre la discusión de prioridad temática de dicha agenda. Sabemos que el feminismo ha sido históricamente heterogéneo y que esa diversidad está basada en sus postulados teóricos y políticos, muchas veces, antagónicos. Sin embargo, también conocemos los consensos construidos en torno de las reivindicaciones de igualdad como han sido, por ejemplo, el sufragio femenino y los derechos laborales de género, entre otros. Con una alianza con el neoliberalismo, el feminismo corre el riesgo de centrarse y absolutizar la crítica cultural y volverse, como sostiene la filósofa Nancy Fraser, antieconomicista. Es decir, un feminismo miope a un contexto de crecientes desigualdades económicas producto de la precarización laboral y de un mayor desempleo, restringiendo, así, la idea de igualdad a lo meramente cultural”.

Por eso, Vazquez Laba sostiene que “el feminismo debe comprometerse con la justicia de género y, por lo tanto, adoptar una crítica integral sobre la subordinación de la mujer, conectando las luchas contra el sometimiento patriarcal y el sistema capitalista. En definitiva, el feminismo debería militar a favor de mejorar las condiciones de trabajo de las mujeres y de reducir las brechas de género, al mismo tiempo que valorizar el trabajo de cuidado familiar. De esta forma, se estaría en camino de construir una agenda feminista posneoliberal”.

La (otra) gran deuda pendiente
La Cámara de Diputados de la Nación dio media sanción, a fin de año, al proyecto de Ley Federal de Cuidados para la Primera Infancia, el cual establece que desde los 45 días hasta los tres años el Estado tiene la obligación de crear sistemas federales de jardines maternales u otras alternativas, para que las madres y los padres puedan tener un lugar –de calidad- donde dejar a sus bebés mientras trabajan o buscan trabajo, con el objetivo de fortalecer la autonomía de las mujeres. El proyecto tendría que ser aprobado en 2016 por el Senado. ¿Continuará?

La autora de la iniciativa, la ex diputada María del Carmen Bianchi (FPV), analiza el panorama: “Para la política de cuidados es importante, además de la disposición del Gobierno nacional, la existencia de paritarias ya que una parte de esta política está vinculada con el compromiso de los sectores empresarios y del propio Estado como empleador. Nosotras esperábamos que a partir del proceso de participación de importantes sindicatos en la construcción e impulso de este proyecto, el cuidado de lxs niñxs que ya está presente en algunas paritarias lo estuviera aún mas. Los despidos sin causa muestran un fracaso de los responsables de gestión para hacer un análisis serio de la planta en función de las políticas que va a implementar, además dañan la vida de los trabajadores y trabajadoras concretos, pero lo peor es que ejercen un disciplinamiento sobre las demandas de lxs trabajadorxs. Eso hace peligrar el avance de las políticas de cuidado y el impulso a la ocupación respecto de las niñas y niños en el período de la vida que requiere muchísima atención”.

La incertidumbre, el susto, la competencia por ver quién queda y quién se va, los dedos acusadores y las vulnerabilidades que se despiertan en la selva donde reina el más fuerte dejan, en muchos casos, a las mujeres puertas adentro o en trabajos con menos derechos y más resignaciones. O, por el contrario, las llevan a gritar más fuerte. Estela Díaz, secretaria de Género de la CTA, también presentó un proyecto –que espera en el Congreso de la Nación- para que se sancione una Ley de Responsabilidades Familiares Compartidas que amplía licencias de cuidado para padres por nacimiento de hijxs y para familias diversas. Y empuja, junto con otros gremios, la idea de una licencia para trabajadoras que sufren violencia de género. Ella vislumbra un camino arduo: “Las decisiones del primer mes de gobierno de (Mauricio) Macri son muy poco alentadoras para las y los trabajadores en general, pero desde la perspectiva de las mujeres las luces rojas de alerta tienen sus particularidades. Un contexto de ampliación de derechos es siempre propicio y favorable para pensar cómo se puede avanzar en agendas pendientes. Si tenés paritaria libre, reducción de la desocupación, consejo del salario, normas que contemplan a las trabajadoras de casas particulares, es una situación que abre el abanico de posibilidades para abordar la reducción de brechas de desigualdad con las que convivimos históricamente las mujeres en el mundo laboral. Sólo en un contexto favorable puede empezar a tomar fuerza un tema como el de los cuidados, las responsabilidades compartidas. Por el contrario, el nuevo gobierno quiere ponernos a la defensiva. Tener que pensar en defender el empleo y no en cómo logramos más y mejores trabajos, es sólo imaginable desde un proyecto político que está pensando una Argentina para unos pocos, y otra vez para los privilegiados de siempre”.

En cambio, Mariana Massaccesi, coordinadora general de Voces Vitales Argentina (una organización que promueve el liderazgo de las mujeres) ve con esperanza la nueva gestión: “Hay una mayor apertura hacia la presencia de mujeres en espacios de decisión. Los liderazgos como el de María Eugenia Vidal, Gabriela Michetti, Susana Malcorra, Patricia Bullrich, Carolina Stanley, Laura Alonso, Isela Constantini, Fabiana Tuñez y Yanina Basilíco marcan el camino hacia una nueva era. Estamos atentas a la designación de mujeres, muchas de ellas comprometidas con el empoderamiento de la mujer y la equidad de género en puestos clave. Consideramos que este tipo de liderazgos son necesarios para definir los grandes ejes de las políticas y somos optimistas en que esto se refleje en un avance concreto de la agenda de género de nuestro país”.

Por su parte, Díaz cree que las víctimas de violencia de género de clases más bajas se van a ver afectadas: “Para las mujeres de los sectores más populares hay posibilidades de salir de la situación de violencia cuando tienen oportunidades laborales, programas sociales que contemplen su situación y pueden formar parte la construcción de proyectos colectivos”. Y compara la situación actual con el reflejo europeo después del ajuste público. “Hay un espejo a mirar en Europa. Tanto en España como en Grecia lo primero que se deteriora son las políticas sociales, los programas de salud, la atención de la tercera edad, todos los dispositivos que tienen que ver con los cuidados de las personas dependientes. Cuando estas políticas públicas se resienten, el coste recae claramente sobre las mujeres, que seguimos siendo las que más carga tenemos en relación a los cuidados y las tareas domésticas. Esto acrecienta, además, las desigualdades sociales. Los sectores más pobres, más desfavorecidos, estarán para lograr cuidados de calidad, pero también para poder mejor las condiciones para conseguir empleos de calidad. Esto lleva a la reproducción de círculos de pobreza y desigualdad, que acrecienta las desigualdades de género. Por eso no es posible separar una mirada y postura respecto de un modelo de país sin pensarlo en relación a la igualdad social y de géneros”.

*Publicado en Las 12 el 15/1/2016 como "Las leonas contra los despidos".

No hay comentarios:

Publicar un comentario