Por Gerardo
Mazzochi
Hace
12 años que soy cronista en la radio pública y me ha tocado cubrir hechos que
van desde la caída de De la Rúa
con los saqueos a supermercados, cacerolazos –consecuencia de la deriva en la que
estaba el país– y la jornada del 20 de diciembre en donde mataron a Gastón Riva
a escasos 20 metros
de donde yo estaba.
También realicé coberturas de marchas de trabajadores,
piquetes de desocupados y el día que mataron a Kosteki y Santillán por citar
algunos de los tantos hechos que tuve la ocasión de ver en forma directa.
Sin embargo, nunca tuve problemas
ni temor de relatar en vivo lo que estaba sucediendo en tiempo real.
Algo distinto sucedió el jueves.
Si bien me encontraba una vez más en una manifestación en Plaza de Mayo, el
clima era distinto. Se podían oler perfumes caros, muy distintos al olor a
pueblo que emanaba en las protestas anteriores.
Pero lo curioso no era sólo eso,
era que el odio y la violencia que no había experimentado en las clases
postergadas, se expresaba a viva voz, y hasta con orgullo, de parte de los
sectores más acomodados.
Las cacerolas sonaban tratando de
emular una tragedia que no existía y que se limitaba a cuestiones personales
vinculadas a la manera en la que esas señoras y señores de clase media y media
alta decidían ahorrar. En definitiva, era la compra de dólares, y no los
recortes de salarios, ni de jubilaciones, ni los corralitos, lo que despertaba
tanta desesperación.
Por eso, su único pedido era “Que
se vayan los K”, y era imposible arrancar un argumento, una fundamentación, un
deseo más profundo que el de destituir al gobierno.
Ahí sí, no había diálogo posible,
porque los que querían “protestar” no tenían mucho para decir.
Lo más paradójico era que hacía
pocos meses, el gobierno había sido elegido con uno de los porcentajes de
adhesión más altos de la historia y que, no sólo su rumbo no había variado sino
que había continuado con el mismo fin: ese bien común que parecía que a muchos
había ilusionado.
Pero no, ahí, en la plaza,
estaban los que no querían pensar en lo general, sino en lo particular.
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