Los secuaces de la mesa de
enlace (la Sociedad Rural, CARBAP, CONINAGRO y la Federación Agraria) irrumpen
con furia contra la legislatura bonaerense en oposición al aumento del impuesto
inmobiliario rural aprobado para los campos de la provincia de Buenos Aires. La
misma forma de reclamo por parte de un grupo piquetero es la barbarie, el
destrato contra el derecho de las mayorías. Parece.
No importa si el revalúo
decretado por el Ejecutivo provincial es la primera actualización en 15 años.
No importa que entre 1999 y 2011 el Impuesto Inmobiliario Rural haya aportado a
la recaudación provincial el 2% del total. (Ahora deberán aportar el 2,8 %).
Lo les molesta es que se
sepa que un auto muy usado o una familia de clase media del sur del conurbano
bonaerense paga lo mismo que un campo sojero con un rinde gigantesco.
Lo que les molesta es que
se muestre que atrás de la gigantografía de baldío hay un tipo que tiene un
cajero automático sembrado de verde dólar que poco menos que se cuida solo (cuando
no le cae una inspección del Ministerio de Trabajo de la Nación), vive en
Recoleta, Barrio Parque o zona Norte, viaja en Hylux, va al microcentro porteño
en MiniCooper, lee La Nación, Perfil y Ámbito en Café Martínez o Starbucks…
Hacen un lockout comercial
que empezó a las 0 de hoy termina a las 24 del domingo 10. Que el pueblo se
indigne con eso. Pero que no se comente que no paran las exportaciones.
Porque dejar de vender en
Argentina a los argentinos encarece los alimentos que consume el pueblo y
genera inflación. Pero dejar de exportar les toca el bolsillo a ellos mismos. (Manejan
la canilla, te cortan el agua pero ellos siempre se bañan con agua caliente y
sales relajantes).