-I-
En los contratos, la letra
chica es la parte real de las promesas que hacen las empresas.
Contiene solo la parte que
las empresas cumplirán.
Allí figuran las
especificaciones técnicas que el texto principal no muestra. Las
cantidades de un producto que integran la promoción del aviso. Los locales
donde se puede adquirir. Las formas de pago con las que se los puede comprar.
Los intereses que se cobran de acuerdo a las cuotas que el comprador elige. El
tiempo que dura la promoción.
En la letra chica también
puede leerse la visión que la empresa tiene sobre el pasado, el presente y el
futuro de una ciudad, de un país, de un continente, de un mundo. Su cuadro de
situación. La proyección sobre la que trabajan las empresas. Su mapa de
recaudos.
-II-
El banco Santander pone en
oferta, después de que el actual gobierno nacional
anunciase la liberación del precio del dólar, un plazo fijo en dólares. Cuando el Santander lanza la
oferta para abrir plazos fijos dice que es válida entre el 15 de diciembre de
2015 y el 15 de enero de 2016. En la letra chica también hace la cuenta: dice
que si uno deposita 10.000 dólares, un mes después ellos pagarán 10.115
dólares. Y aclara que el Santander de Argentina responde con los fondos
propios. Que no existe relación alguna de solidaridad financiera de parte de
ningún otro Santander del mundo. Que el Santander argentino es de Argentina.
Eso ya ocurrió antes. En diciembre
de 2001 gobernaba el país Fernando de la Rúa. Y su ministro de economía era
Domingo Felipe Cavallo. Ellos dos decretaron el corralito bancario. Ese
corralito impedía a los ahorristas que habían depositado dólares en los bancos
retirar ni los dólares ni los intereses. Por entonces todos los bancos con
delegaciones en Argentina comenzaron a aclarar en sus letras chicas que las
sedes argentinas respondían a las leyes argentinas y que no existía ninguna
relación financiera entre los bancos en Argentina y sus casas centrales en sus
países de origen. Ese corralito derivó en cacerolazos y Fernando de la Rúa dejó
el gobierno huyendo en helicóptero no sin antes dejar por lo menos 30 muertes a
raíz de la represión de las movilizaciones en repudio a su gobierno.
-III-
Hace dos meses, el shopping Galerías
Pacífico anunció con las ventas navideñas a la vista que por operaciones de
determinado monto, los comercios adheridos de ese centro comercial favorecerían
a los compradores con la entrega de unos tickets denominados Pacíficos. Lo hizo
tras la liberación del precio del dólar y la devaluación de los salarios de
mediados de diciembre pasado. Esos tickets harían las veces de cuasimoneda con
la que los consumidores que los tuviesen en su poder podrían comprar más
productos en los comercios adheridos de las Galerías Pacífico. Tiempo antes, la
cadena de comidas rápidas Mc Donalds ofrecía a los mismos fines los Mc Pesos.
Eso también ocurrió antes. En 2001 y
2002 en Argentina las políticas económicas aplicadas contra los trabajadores
hicieron posible que ante la permanente devaluación de los salarios y el
aumento de los precios de los productos, casi nadie contase con moneda oficial
en sus bolsillos. Así fue como prácticamente cada provincia emitió sus propios
bonos con forma de billetes para pagar salarios y para que los trabajadores los
utilizaran en los comercios como virtual moneda corriente. En la provincia de
Buenos Aires se popularizaron los Patacones. En Córdoba circulaban los Lecor. Y
cada provincia tuvo su propia versión de cuasimoneda.
-IV-
Cuando los distintos
comercios avisan en las letras chicas de sus anuncios que las tarjetas
bloqueadas o inhabilitadas no son válidas para participar de ninguna promoción
están poniendo sobre aviso a los compradores de una condición que no debiera
ser necesario aclarar. Aclarar que una tarjeta inválida no sirve como forma de
pago es como aclarar que no se recibirá plata falsa o dinero ilegal o moneda
fuera de circulación. Entonces ¿por qué la aclaración? La puntualización sobre
la invalidez de las tarjetas bloqueadas o inhabilitadas es la aceptación tácita
de que los comercios esperan encontrarse con un sinnúmero de compradores que
intentarán utilizar tarjetas bloqueadas por los bancos emisores.
-V-
En los últimos días volvió
a los folletos de ofertas de las grandes cadenas de supermercados algo que
había desaparecido de las promociones con el cambio de gobierno nacional: el
precio anterior como referencia para marcar un beneficio económico.
Con la devaluación del
valor de los salarios, el aumento del precio del dólar oficial y los aumentos
de precios provocados por el gobierno de Mauricio Macri, las promociones en los
supermercados empezaron a ofertar dos productos al precio de uno, la segunda o
la tercera unidad de un producto al 20 o al 30 por ciento del precio de la
primera unidad. Pero, las ofertas dejaron de mostrar el precio anterior de los
productos.
Mostrar el precio anterior
a un valor más barato que el precio de la oferta en cuestión perdía toda razón
de ser. El precio anterior del producto era más barato que el precio que se
ofrecía como oferta. Un despropósito absoluto. No hacía otra cosa que poner
blanco sobre negro la evidente remarcación de precios por parte de los
supermercados.
El regreso del precio
anterior a las promociones y las góndolas de los supermercados pone en
evidencia dos construcciones contrapuestas: por un lado, el continuo aumento de
los precios y, por otro, y al mismo tiempo, la caída de las ventas.
Ponen un porcentaje de
descuento en el precio de los productos porque no pueden bajar el valor que le
adjudican. Eso sería reconocer que no existe una cadena de valor razonable que
justifique el precio actual. Y es ese porcentaje de descuento el que pone
luz sobre el costado más oscuro: Los supermercados nunca pierden. Por eso la
pregunta que surge de esa evidencia es ¿dónde está el piso de su ganancia?
El
porcentaje que patentiza el descuento no es otra cosa que un porcentaje de la
ganancia de los supermercados. Poner un 30% de descuento en el precio de un
producto lo que está diciendo es: con el precio de lista del producto ganábamos
dinero. Con el precio de lista menos el 30% también. Entonces ¿cuánto más
pueden seguir bajando?
Por años la economía
ortodoxa sostuvo que los productos de consumo masivo podían ser aumentados
sistemáticamente porque de todas maneras los consumidores los seguirían
comprando ya que recortarían sus gastos en otros rubros para poder seguir
adquiriendo las de uso cotidiano. Lo sigue sosteniendo hoy mismo. Sin embargo, esa
mirada no tiene en cuenta una modificación en los hábitos de los consumidores.
El
programa de Precios Cuidados instalado en los comercios por el gobierno de
Cristina Fernández de Kirchner aportó la herramientas necesarias para poner en
claro que los aumentos de precios de la mayoría de los productos de la canasta
familiar no tienen relación alguna con los costos y los márgenes razonables de
ganancia que los productos debieran tener en el curso de un proceso económico
racional.
Las empresa usan los avisos para agrandar las virtudes de los productos que ponen a la venta. Nosotros ponemos la lupa y la memoria para ver la letra chica y decidir si los compramos.
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